domingo, septiembre 21, 2008

Sobre la Religiosidad en Cuba


¿JESUCRISTO O YEMAYÁ?
La Iglesia cubana
ante el reto de la santería

La actitud de la Iglesia cubana ante las prácticas religiosas de origen africano ha sido la negación, el rechazo, el desprecio y hasta el miedo. En los últimos años, el malestar y la incomodidad, la indiferencia y el recelo están dejando paso al acercamiento y al diálogo, como una necesidad pastoral para dar respuesta al sincretismo religioso que se vive en Cuba. Todo un reto que la Iglesia debe afrontar.

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Texto y fotos: Luis E. Larra Lomas

El sincretismo religioso existente en Cuba hunde sus raíces en las prácticas clandestinas de los esclavos negros (principalmente yorubas, ararás, mandingas y bantúes), que tuvieron que esconder o simular sus deidades africanas (orishas) detrás de los santos católicos o las advocaciones marianas. Así, Yemayá se sincretizó en la Virgen de Regla, Changó en Santa Bárbara, Obatalá en la Virgen de la Merced y Ochún en la Virgen de la Caridad, por citar sólo los llamados orishas africanos de fundación o de entrada. En la isla circula el dicho de que "el que no tiene de congo, tiene de carabalí" (que en realidad debería decir calabarí, por la región africana de Calabar), para reflejar la realidad sincrética de la sociedad cubana, aunque se haya superado ya la época del colonialismo y la esclavitud.

Varios son los motivos por los que pervive el sincretismo en Cuba, y algunos bien diferentes. "Estos grupos se mantienen no por su componente folclórico, porque se baile o se toque bonito, sino por el elemento religioso, porque al cubano le es útil", apunta en su casa de Matanzas Israel Moliner, que ha dedicado más de cuatro décadas a estudiar la aportación de las religiones de origen africano a la nacionalidad cubana. En su opinión, "si han llegado estas cosas hasta nosotros es porque todavía son útiles, ya que el principio que rige la religiosidad popular cubana es la utilidad".

Se entiende más esta opinión si tenemos en cuenta la crítica situación económica que vive el país, donde la población tiene que "inventar" para "resolver", los dos verbos más conjugados por los cubanos en todos sus tiempos y formas, para salir adelante en el día a día. Sin duda, este ambiente de necesidad y carestía es uno de los caldos de cultivo de la santería, una práctica religiosa muy unida a los problemas de salud, trabajo y amor. En este sentido, "todo sirve para cambiar la realidad adversa de una persona, desde una oración hasta una ofrenda; la esperanza de que Dios me va a ayudar y que las cosas puedan cambiar es el motor de toda la religiosidad popular, el principio que la rige y hace funcionar", señala Moliner.

LA SANTERÍA VENDE

Con sólo indagar un poco, es evidente que la santería vende. En este "mercado", la promoción turística juega un papel importante, porque a través del folclore se pretende colar de rondón la santería. Desde instancias oficiales se quiere hacer ver que esta forma de religiosidad popular pertenece a la identidad del pueblo cubano y que lo propio de la cubanía es la santería. Con este reclamo publicitario se buscarían dos propósitos: una fuente de ingresos económicos y un desprestigio a la religión católica, desbancándola como la mayoritaria del país.

Por eso no es extraño ver a cubanos residentes en el extranjero trasladarse a la isla sólo para "hacerse santo", porque aunque también podrían celebrar la ceremonia fuera, la tierra cubana tiene más aché (energía, poder, virtud). Pero más llamativo resulta comprobar que turistas de otros países –también españoles–, con elevado nivel cultural y destacada posición económica, viajan a Cuba por el mismo motivo y porque les han asegurado que así acabarían sus problemas de salud, trabajo o amor. Unos y otros pagan por "hacerse santo" considerables cantidades de dinero, a repartir entre el santero y la autoridad competente.

Según varias fuentes consultadas, el "daño a la Iglesia católica" a través de la promoción gubernamental de la religiosidad afrocubana estaría también detrás del monumento al cimarrón (esclavo negro fugitivo) que hace pocos años levantó el Gobierno cubano frente al santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, "porque quieren presentar la santería como la religión cubana y para contrarrestar lo que se vive en el santuario", situado cerca de Santiago de Cuba.

OBSERVATORIO AFROCUBANO

Mariano Arroyo es un sacerdote santanderino que lleva 33 años en América Latina, 23 en Chile y los diez últimos en Cuba. En 2005, el cardenal de La Habana, Mons. Jaime Ortega, le nombró rector del santuario de la Virgen de Regla, "un observatorio de primera calidad", como él mismo le define, para el estudio de la religiosidad afrocubana. Por el templo pasan al mes unas 15.000 personas a lo largo de las diez horas diarias que permanece abierto. Cuando vienen a saludar a la Virgen de Regla, más del 50% la llaman "Virgencita de Regla o Yemayá, indistintamente", según una encuesta del propio santuario.

El rector de Regla no se atreve a afirmar que los desencuentros del régimen cubano con la Iglesia católica hayan llevado a favorecer las formas religiosas afrocubanas, pero "desde luego sí hay una tendencia a presentar la santería como la religión típica de Cuba". Para este sacerdote, "si además hay un apoyo directo, cuesta creerlo, aunque sí podría ser de alguna forma cierto, no porque los comunistas se hayan vuelto ahora hacia una fe pagana absolutamente trasnochada y alienante sino porque la consideran como una mera expresión cultural que, según ellos, no tiene –o con el tiempo dejará de tener– una influencia religiosa seria en el proceso social, cosa que sí se podrían temer de la Iglesia católica". Según Arroyo, un dato es cierto: "Al cerrarse el cauce hacia lo religioso cristiano, la masa sólo ha tenido el cauce de la santería en formas más o menos sincréticas. Yo suelo decir que así como en los países de tradición cristiana es la Iglesia la que ofrece el ideario y los signos religiosos, en Cuba esto se ha perdido y es la santería con sus tradiciones la que cuenta".

Mariano conocía la religiosidad popular de España y Chile, "montada sobre un trasfondo cristiano", pero al llegar a Cuba se dio cuenta de que "en este mundo de las religiones africanas te encuentras con el paganismo puro. Uno creía que eso de ofrecer animales a Dios o beberse su sangre pertenecía a un pasado muy primario, pero en plena Cuba revolucionaria, te encuentras formas [religiosas] aberrantemente alienantes que son, ésas sí, de verdad, opio del pueblo".

ASIGNATURA PENDIENTE

Pero no toda la santería cubana está "manipulada" o "vendida". Hay una santería "sana" y "auténtica" con la que la Iglesia católica quiere y debe dialogar, entre otras cosas porque el "problema" lo tiene en casa. Así lo reconoce el documento final y la instrucción pastoral del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), celebrado en 1986, que constituye algo así como el Vaticano II para la Iglesia en Cuba. Los obispos cubanos refieren que "la religiosidad popular incluye también a los católicos no comprometidos en la comunidad cristiana y que viven su fe en sincretismo con el espiritismo o las religiones africanas". Tras reconocer que "cierto grado de sincretismo religioso en Cuba fue tolerado, en algunas ocasiones, por la Iglesia", manifiestan que "hoy debe ser un campo de acción pastoral, objeto de relación fraterna y de diálogo entre fe y cultura, ya que por la riqueza que encierra, puede contribuir al crecimiento de la comunidad eclesial y a la unidad civil".

Dos décadas después de este pronunciamiento, la pastoral santero-católica es una necesidad apremiante, pero al mismo tiempo sigue siendo una asignatura pendiente. Así lo reconoce Mons. Manuel Hilario de Céspedes, obispo de Matanzas, una de las ciudades cubanas donde más arraigados estuvieron y están los cultos africanos. "No se puede decir que haya una pastoral organizada para evangelizar el mundo de la santería; en este tema, tenemos más interrogantes que respuestas", manifiesta el prelado, mientras aclara que se da un diálogo espontáneo pero no puede llegar a ser formal, porque "ellos no son una institución ni tienen una doctrina fuerte".

Negación y rechazo han sido en el pasado las actitudes de la Iglesia ante la realidad sincrética cubana. "Hasta ahora ha dominado el miedo, cuando no el desprecio", y eso porque "desgraciadamente también en la Iglesia hay ciertos resabios de racismo", opina el rector de Regla. A la hora de afrontar el diálogo con la santería, "es indispensable recuperar una actitud de respeto", entre otras cosas porque "la presencia de esas religiones en el fondo es una acusación contra las barbaridades que se cometieron con ellos. Esas formas religiosas no vinieron a Cuba por propia voluntad. Son un signo de una gran injusticia, la esclavitud, de la que la Iglesia de alguna forma fue también cómplice. Los esclavos lo perdieron todo y lo único con que se quedaron fue con sus orishas".

"TIENEN MUCHAS COSAS NUESTRAS"

Marta Lee, religiosa cubana de las Hermanas Sociales, lleva trabajando e investigando este tema desde 1968 y cree que la postura negativa de la Iglesia ante la santería se ha producido "por desconocimiento". Ella no oculta la realidad eclesial cubana, afectada de sincretismo: "Tenemos dentro cantidad de gente nuestra que confiesa, comulga, se dirige espiritualmente, se enfada si su hija no se casa por la Iglesia, pero cuando le nace el nieto no le puede faltar la oración de San Luis Beltrán, ni el ojito de Santa Lucía, aunque se lo ponen debajo de la almohada para que no se vea". Los ejemplos se multiplican: "Conozco personas muy intelectuales que están dentro de la Iglesia católica pero cuando tienen un problema corren a ver a San Lázaro, y no van a visitar su parroquia sino a ver al viejo".

Así ocurre con los que son más católicos que santeros. En cambio, para los que tienen más de santeros que de católicos, la Hna. Marta propone "purificación más que conversión, nueva construcción y no destrucción, porque son miembros de la Iglesia y hay que abrirles los brazos y el corazón". El motivo es que "tienen muchas cosas nuestras", empezando por el bautismo, que es requisito previo para "hacerse santo". Símbolos como las velas, las flores y el agua "podemos volverlos a cristianizar, porque son nuestros, los han tomado de nuestra liturgia". Además, la religiosa propone liberarles del miedo a los orishas ("viven con un miedo muy grande por no cumplir ciertas normas o promesas que hacen y por eso los orishas les pueden castigar"), posibilitar un "encuentro fuerte, íntimo y personal con Cristo, que grabe y llene totalmente sus vidas", y, sobre todo, la coherencia de vida de aquellos que los acogen ("si no la ven, recibirás un rechazo por su parte").

La Hna. Marta forma parte de un grupo de reflexión sobre sincretismo y religiosidad popular, integrado por sacerdotes, religiosos y laicos de La Habana, entre los que se encuentra el capuchino español Gregorio Álvarez. El grupo nació para dar una respuesta pastoral a la realidad sincrética que se vive en Cuba: "La iniciativa surge de una manera espontánea –explica el P. Álvarez– ante una necesidad pastoral. Vemos desfilar por nuestras iglesias gente vestida de blanco que no ocultan su identidad, que van con sus collares y signos externos. No son uno ni cuatro, sino mucha gente. Y dentro de las comunidades católicas hay una mezcla, personas que se confiesan católicas pero que tienen elementos de la santería".

El P. Gregorio comenta que todavía "la Iglesia no ha querido hincarle el diente a esta realidad", que aparece como "una referencia o una preocupación en los escritos de los obispos, pero no ha habido respuestas pastorales concretas". También Mariano Arroyo reconoce que "ha preocupado siempre este problema y siempre ha habido gente que ha intentado dar pasos", pero lo cierto es que "no hay una postura ni a nivel oficial ni a nivel de base que intente asumir este gran reto".

CREATIVIDAD PASTORAL

Para llenar este vacío pastoral, se han ido dando algunos pasos. El año 2003 se celebró en Matanzas el I Taller de Religiosidad Afrocubana. En La Habana, que este año acogerá el II Taller, tuvo lugar posteriormente un encuentro diocesano en el que se señalaron actitudes pastorales y propuestas concretas para la evangelización del mundo del sincretismo. Algunas de ellas afectan a las misas de difuntos y a los bautismos, celebraciones que vive de cerca el rector del santuario de Regla. Mariano Arroyo se queja de lo "poco hecho en la pastoral con la santería", mientras lamenta que "dejamos tantos vacíos, que la gente va a beber a otro lado". En este sentido, cree que "no podemos ser tan duros con ellos" sino que "hay que acentuar la dosis cristiana que tienen, con respeto, estima, paciencia, acogida y discernimiento", pues "si el sincretismo es mezcla, depende de la proporción de cristianismo que haya".

En las misas de difuntos, Mariano cree que hay que huir de las expresiones que provocan malestar e incomodidad en los agentes de pastoral para ir "desencadenando la creatividad pastoral, partiendo de ellos y no de nuestros esquemas". Se trata de convertir la liturgia de los difuntos en una plataforma misionera, un puente entre el mensaje evangélico y la cultura popular, y de "ir vistiendo esos ritos de sentido cristiano e ir ofreciéndoselos a este pueblo hambriento de religiosidad, que no va a poner ninguna traba ante cualquier cosa que le ofrezcamos".

De momento, el rector de Regla, que también es profesor en el Seminario de La Habana, acaba de escribir un libro para tomar en consideración éstas y otras propuestas pastorales. Se titula ¿Jesucristo o Yemayá?

ORISHAS Y SANTOS: PANTEÓN YORUBA Y SANTORAL CATÓLICO

La santería cree en una fuerza o dios universal llamado Olodumare (u Olofi) del que proviene todo lo creado y cuya energía es aché. Como tal, Olofi es el dios creador de los seres humanos y de los otros santos. El panteón yoruba cuenta con más de 400 orishas o divinidades, aunque sólo reciben culto 16, de las cuales las más importantes son cinco: Eleguá, Obatalá, Changó, Yemayá y Ochún. Las deidades tienen atributos propios y colores determinados. Cada una de ellas está emparentada con un santo católico o una imagen de la Virgen.

Santa Bárbara-Changó: hijo de Yemayá, dios del fuego, el trueno, el rayo y el relámpago, simboliza la virilidad y es patrón de la artillería: sostiene un cetro rematado por un hacha doble, al igual que su casco.

Virgen de Regla-Yemayá: dueña de las aguas, del mar y de la fertilidad-maternidad, vestida de azul y blanco.
Virgen de la Caridad-Ochún: hermana menor de Yemayá, diosa de los ríos, el amor, el matrimonio, la feminidad, el dinero, la alegría y la abundancia; su color es el amarillo.
Virgen de la Merced-Obatalá: padre los orishas, patrón de la paz y la pureza, simboliza la creación, la paz y la armonía; su vestido es blanco.
San Antonio de Padua-Eleguá: guardián de la entrada y del cruce de caminos, dueño del futuro; sus colores son el rojo y el negro.
San Pedro-Ogún: hijo de Yemayá, patrono de los mineros y de los trabajadores, maestro de los metales, personifica las etapas del desarrollo; sus colores son el verde y el negro.
San Francisco de Asís-Orunla: también conocido como Ifá y Orúnmila, patrón de los sacerdotes –babalaos– y principal adivino del panteón yoruba.
San Lázaro-Babalú Ayé: rige las enfermedades y también las curaciones; viste de morado


 



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