domingo, abril 10, 2011

La caminata


En aquellos días, el Señor dijo a Abraham: "Deja tu país, a los de tu raza y a la familia de tu padre, y anda a la tierra que yo te mostraré". Génesis 12:1
Nathan Stone, S.J.

Antofagasta, Chile / Religión – Existe una conexión irrevocable entre tierra prometida y despojo total. Desde el comienzo, cuando Dios llama a Abraham, todavía no Abraham, la invitación a fundar un pueblo nuevo en un lugar lejano viene con tarea, tiene que dejar lo que tiene. Abraham no duda, siquiera medita mucho, llega y parte. Sería porque no tenía mucho que perder, no sabemos. Por otro lado, demuestra confianza total en el Señor que venía conociendo recién.
El futuro padre de multitudes tenía que sobreponerse a la comodidad de la rutina, a la inercia de seguir en lo mismo porque ya está. Innovar siempre cuesta, pues, significa empezar todo de nuevo. Alguna ventaja habrá tenido, pues, el semi-nomadismo de la pequeña ganadería le hacía vivir desinstalado, constantemente buscando aguas frescas y pastos nuevos para sus rebaños. Ya era caminante. A los televidentes, les cuesta más, quizás, porque no tienen costumbre de movimiento constante. Andar hace bien, de partida.
 
Aun en pobreza, cuesta dejar el país, la gente, la familia, y cuantas cosas más. El catolicismo autoritario recalcitrante e intransigente de cuaresmas austeras que duran todo el año sin acabarse jamás inventó la falsa razón de que Dios impone sobre Abraham una exigencia de sacrificio para probarle, para ver si era digno. Así justifican los requisitos previos para la salvación que ellos han inventado, para absolverse de llevar la Buena Noticia (de la resurrección que desconocen) a la multitud hambrienta de tierra prometida.
 
El protestantismo, por su lado, y en especial, las variantes fundamentalistas y pentecostales, no se imagina el despojo como parte de un proceso espiritual. Primero, porque no entienden de procesos espirituales, ni de caminatas largas. Su versión de la salvación ocurre en el día que su vida cambió. Por otra parte, se aferraron al primer salmo, que promete prosperidad a los creyentes. La acumulación de cosas, el consumismo irracional que está matando el planeta, es parte de su evangelio de la prosperidad, la recompensa actual como adelanto de cielo futuro.
 
Entonces, despojarse no calza, y huele a anticuadas penitencias católicas. De hecho, por muy bíblicos que sean, suelen saltarse los llamados de Jesús, cuando dice cosas radicales como: deja todo lo que tienes, tus padres, tu señora y tus hijos, y ven y sígueme. Su religión es para asegurar esas cosas, no para despojarse de ellas.
 
El amor de Dios es universal. La Buena Noticia es gratuita. El despojo comienza con el llamado, libremente aceptado, con alegría. Significa caminar hacia algo mejor. Los que gozan de la caminata saben que es bueno andar ligero de equipaje, mientras menos, mejor.
 
La invitación a tierra prometida viene con despojo total por la simple razón de que uno no puede vivir en dos lugares. No puede tener dos maestros. No puede dedicarse a dos oficios. No puede tener dos amores. No puede vivir dos vidas.
 
Tierra prometida para los discípulos de Jesús es más que un espacio geográfico. Es una vida. Es evangelio encarnado, buena noticia, amor incondicional. La invitación es dejar atrás las condiciones, los apegos, las cosas tontas que uno cree que necesita, como dinero, aplausos y honores. La promesa es Jesús mismo, transfigurado, pleno, entregado, amor en persona, dando sentido y dirección a todo. El es nuestra tierra prometida. Es hora de ponerse a caminar.
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Nathan Stone, S.J. Sacerdote jesuita, magíster en literatura y teólogo.
Atte.


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