miércoles, febrero 16, 2011

Iglesia y cine, poder y testimonio


 


Cuatro películas tienen una marcada temática religiosa. Desde perspectivas diferentes y enfrentadas en algunos casos, estas obras centran su interés en la crítica o el elogio del cristianismo.
José María Poirier

Buenos Aires / Temas – LA HORA DE LA RELIGIÓN
Se trata de un film dirigido por el italiano Marco Bellocchio (1939), de quien se conoció el año pasado la película Vincere sobre el hijo extramatrimonial de Benito Mussolini. La hora de la religión (L'ora di religione, 2002) lleva un subtítulo: "La sonrisa de mi madre". Debería haberse traducido textualmente como "La hora de religión", porque el título que decidió la distribuidora en castellano parece apuntar a mucho más que lo que abarca una clase en la escuela. Sin embargo, en última instancia, podría hablarse de un acierto porque la intención del director es cuestionar a la religión en sí y no sólo su enseñanza escolar.
 
La historia está muy bien narrada, en un clima que mezcla lo surrealista con la comedia; y la brillante actuación de Sergio Castellito, uno de los mejores actores del actual cine peninsular, le otorga una simpatía y una mirada desconfiada que gana al espectador. El protagonista, apenas separado de su esposa y muy ligado a su pequeño hijo, es pintor y agnóstico. Un día va a verlo un sacerdote del Vaticano para solicitarle una entrevista de parte de un cardenal. Para su sorpresa están estudiando la causa de beatificación de su madre, asesinada pocos años antes por otro hijo que ahora esté en una clínica psiquiátrica. El film muestra con regodeo los intereses que se esconden detrás de lo que, finalmente, podría ser un gran negocio: tener una madre santa. Para esto hay que dar testimonio de que murió perdonando al hijo que la apuñalaba mientras blasfemaba. Y, además, reconocer la misteriosa curación de un viejo conocido.
 
En ese mundo tan romano, lleno de marcado escepticismo, sobresalen la figura del pintor y de su hijo, a las que se agrega la misteriosa y bella profesora de religión, con ribetes casi irreales. Coherente con sus dudas y con su falta de fe, el artista no cede ante las presiones familiares (en particular de sus hermanos y una tía) y no se suma a las intrigas palaciegas para llevar a los altares a su madre, de la que no guarda el mejor recuerdo.
 
En síntesis, una crítica demoledora y certera que enfrenta una vez más la coherencia agnóstica del protagonista (un hombre vencido en muchos aspectos pero lúcido y afectuoso) con una visión hipócrita de la religión (encarnada por familiares, prelados y hombres de negocios).
 
ÁGORA
 
Esta película española, hablada en inglés y filmada en Malta, está dirigida por el cineasta hispano-chileno Alejandro Amenábar (1972), de quien se recuerda la polémica y premiada Mar adentro (2004), sobre un caso real de eutanasia, estupendamente interpretada por Javier Bardem.
 
Ágora (que en griego es la plaza pública, el lugar del mercado y de los debates políticos y filosóficos de las polis griegas) se desarrolla en Alejandría, Egipto, en el siglo IV de nuestra era. Es central la figura de la filósofa y astrónoma pagana Hipatia, quien fuera perseguida por san Cirilo (373-444), patriarca de Alejandría y doctor de la Iglesia. Más allá de las numerosas arbitrariedades históricas y de algunos errores graves, la tesis del film es muy interesante y poco conocida en el ámbito cristiano: la persecución violenta y la total falta de tolerancia de muchos cristianos frente a los paganos y los judíos. Con un ardor que en su época era visto de manera muy diferente a la actual, Cirilo fue inclemente también con los seguidores de herejías cristianas. Pero el centro del problema es la crítica al cristianismo en cuanto religión con poder y con fuerte ambición proselitista. Hipatia representa la sabiduría antigua y la virtud griega frente al ardiente fundamentalismo religioso.
 
Lamentablemente, a pesar de tan interesante tema, el film fracasa estrepitosamente. Es una mediocre película que, ni siquiera la atractiva Rachel Weisz puede salvar. La Hipatia de Amenábar no convence ni conmueve, a pesar de tener muchas razones a su favor y discípulos enamorados. Los muchos premios Goya otorgados a esta obra parecerían hablar más de reivindicaciones ideológicas y de simplismo cultural antes que de arte cinematográfico o de rigor investigativo. De todas maneras, el film se refiere a una actitud religiosa que merece un profundo debate también en la actualidad.
 
 ROMERO, VOZ DE LOS SIN VOZ
 
En el marco de la Semana del cine documental italiano, que se celebró por segunda vez en Buenos Aires, se presentó un film sobre la figura de monseñor Oscar Arnulfo Romero (1917-1980), arzobispo de San Salvador. Romero fue asesinado mientras celebraba misa por un escuadrón de la muerte. La película está dirigida por la española Maite Carpio y fue producida por la italiana Eleonora Orlandi. Representa un muy serio trabajo de investigación histórica y técnica. En efecto, por primera vez se tiene acceso a todas estas imágenes y palabras del obispo Romero: entrevistas, discursos, homilías, visitas pastorales. La reconstrucción de su vida está confiada a varios testigos y personajes que lo trataron y admiraron.
 
Este hombre de Iglesia, formado en Roma y siempre atento a sus obligaciones pastorales, se presentaba como un "moderado" cuando fue nombrado arzobispo. Pero su toma de posición a favor de la justicia social, en contra de la violencia y de la miseria lo lleva a enfrentar al poder político-militar y a las familias latifundistas que lo acusan de "comunista" y "traidor".
 
Inmediatamente después de su muerte, el pueblo salvadoreño ya lo consideró un santo. El proceso de beatificación se inició en 1997. A pesar de que en su primer viaje a Centroamérica en 1983, rompiendo con el protocolo que le impedía visitar la catedral, inesperadamente Juan Pablo II pidió que la abrieran para entrar a rezar ante la tumba de Romero, los autores del valioso film parecen inclinarse por la hipótesis de que en Roma no ven con buenos ojos su beatificación. El papa polaco, con quien al principio Romero no se entendió, terminó comprendiéndolo y admirándolo. En su viaje a El Salvador lo definió como "celoso Pastor a quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida". También Benedicto XVI hizo público su afecto para con el "mártir", pero expresó la necesidad de ser prudente con los tiempos. Monseñor Romero fue un ejemplo de obispo latinoamericano, pero es cierto que su azarosa vida, comprometida con los pobres y con la política, lo torna un protagonista todavía actual de la historia de su país.
 
DE DIOSES Y HOMBRES
 
En el ciclo de cine europeo realizado en Buenos Aires se pudo conocer el extraordinario film francés De dioses y hombres (Des hommes et des dieux, 2010) sobre el asesinato de siete monjes trapenses en Argelia, ocurrido en 1996. Dirigida por el actor, guionista y cineasta galo Xavier Beauvois (1967), quien interpretó el papel del marido infiel y finalmente despechado por Isabelle Huppert en Villa Amalia (de Benoit Jacquot, 2009), la película está basada en la vida de los monjes cirtercienses de un monasterio en las montañas del Magreb, desde 1993 hasta su secuestro y muerte tres años después. Algunos fundamentalistas islámicos —aunque también caben dudas sobre la actuación del ejército— habrían asesinado brutamente a estos hombres de diálogo y servicio que presentían su final. Después de la muerte de algunos trabajadores extranjeros, el miedo gana a los monjes y a la gente del pueblo. Ellos rechazan la protección del ejército y se preguntan qué deben hacer: ¿irse o quedarse? No obstante las amenazas, después de conversarlo entre ellos y de rezar juntos deciden seguir con su misión que, dadas las circunstancias, no es de evangelización sino de convivencia con el ambiente musulmán. Son franceses y saben que pesa sobre ellos la historia de la colonización y la guerra. Estudian el Corán, hablan árabe y mantienen buenas relaciones con sus vecinos, incluso en las festividades familiares o religiosas. Atienden un dispensario médico, cultivan la tierra, trabajan y celebran la eucaristía con unción y profunda espiritualidad. Todo es sobrio, hermoso en su pobreza. Los momentos durante las comidas o preparando la celebración de Navidad son conmovedores. Sobresalen, entre otras, dos figuras: el abad Christian de Chergé y el anciano médico Paul Dochier. Gracias al libro Los mártires de Argelia (escrito por Jesús María Silveyra y Bernardo Olivera, monje argentino que era entonces el superior general de la orden) sabemos que Christian tenía 59 años y provenía de una numerosa y distinguida familia de la región de Haut-Rhin; su padre había sido general del ejército francés; vivió de niño en Argelia y luego hizo allí su servicio militar; ingresó en el seminario Carmes de París y fue ordenado sacerdote; más adelante descubrió su vocación monástica y estudió lengua y cultura árabe en Roma; era el superior del monasterio de Atlas cuando lo mataron. Por su parte, Paul (Luc) Dochier había nacido en 1914 y estudió medicina en Lyon; después de conocer el sinsentido de la guerra en el norte de África, se ofreció como médico voluntario en un campo de concentración alemán con la única condición de que liberaran a un prisionero padre de familia; acabada la guerra decidió su camino religioso; había conocido ya secuestros y penurias. Dos hombres excepcionales, de inconmensurable hondura humana y espiritual.
 
El film, tan premiado en Francia y elogiado por la mejor crítica europea, todavía no tiene un distribuidor para el circuito comercial en nuestro país. Se trata de una obra que impresiona profundamente por su testimonio de martirio y por su estupenda realización cinematográfica.
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José María Poirier. Director de revista Criterio. Artículo publicado en Criterio, www.revistacriterio.com.ar

 

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