martes, abril 27, 2010

Entrevista a Mons. Goic sobre pedofilia en la Nación


Es doloroso, en la calle a sacerdotes les gritan pedófilos"
Por Marcela Jiménez / La Nación Domingo

El viernes, junto a Errázuriz, se reunió extensamente en La Moneda con el Presidente Piñera, cita en la que no estuvieron fuera de la agenda las denuncias de abuso. Monseñor Goic se detiene a reflexionar sobre los efectos de estas acusaciones, analiza cómo ha afectado a la iglesia y el camino que la institución debe seguir a futuro ante esta crisis, que no pasa inadvertida ni para moros ni cristianos.

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Domingo 25 de abril de 2010 | | LND Entrevistas

Quizás, más de uno cuando lea estas páginas ya habrá leído en la prensa o en la misa dominical la carta pastoral que el cardenal Francisco Javier Errázuriz mandó a la comunidad católica a raíz de los casos de abuso sexual cometidos por sacerdotes.

El último explotó esta semana con Fernando Karadima, quien por dos décadas fue la cabeza de la iglesia de El Bosque, de Providencia, denuncia que ya está en manos del Ministerio Público. Pero estos hechos no son nuevos, hace un rato ya que la Iglesia Católica en Chile y el mundo está en el ojo del huracán por las sucesivas denuncias de este tipo.

Entre acusaciones, investigaciones, denuncias y procesos judiciales, la Conferencia Episcopal -encabezada por monseñor Alejandro Goic- pidió perdón públicamente esta semana.

Con su voz grave, pausada y suave, monseñor aclara que no corresponde que lo señalen como el jefe de la Iglesia: "Soy el presidente de la Conferencia Episcopal, es un servicio, pero no tengo ningún mando ni en Melipilla ni en Santiago ni en Punta Arenas, mi responsabilidad es en la VI Región, donde soy el obispo y respondo al Papa de mi gestión".

Sin embargo, su cargo sí lo hace la cara visible a la hora del perdón, como en las gestiones y citas importantes.

-¿Qué llevó a la Iglesia Católica chilena a pedir perdón ahora?

-Ya en 2003 se daban las normas para actuar frente a estos casos y manifestábamos nuestro dolor por estos hechos, pero de una manera explícita efectivamente lo hicimos ahora, porque quisimos seguir el ejemplo del Papa. Pedir perdón por faltas que no son propias es parte de la misión de la iglesia. Si un miembro de la iglesia ha cometido un error grave, un delito desde el punto de vista civil, todo el cuerpo de la iglesia sufre, por eso en ese contexto nos pareció pertinente pedir perdón, porque lo que más nos duele son las víctimas que han sufrido y las que siguen sufriendo.

-En la declaración se dijo que "no había lugar en el sacerdocio para quienes abusan de menores". ¿Significa que se les expulsará?

-Significa que se hace un proceso interno en la iglesia, que se inicia en la diócesis con un promotor de justicia. Si el obispo llega a la convicción que este sacerdote es culpable, tiene que mandar los antecedentes a un centro especializado en el Vaticano. Si todo es cierto, la Santa Sede declara que el sacer dote no puede seguir. No es que lo expulse, eso ocurre en muy pocos casos, cuando hay una excomunión expresa.

Eso sólo ha ocurrido en Chile con el "cura Tato", él reconoció los delitos. Hay un sacerdote (José Galaz) que fue director del Pequeño Cottolengo, condenado a 15 años porque habría abusado de dos menores. Lo he visitado en la cárcel, los fieles no han dejado de visitarlo, ya lleva más de cuatro años en Colina y sigue alegando inocencia. A la Santa Sede se han mandado todos los antecedentes y hasta este momento no tenemos noticias. No ejerce porque está preso, pero a él no se le ha quitado el ejercicio del sacerdocio.

-¿A pesar de que hay una condena de la justicia chilena?

-Hubo un juicio civil, la iglesia hizo una indagación y todos los antecedentes se mandaron a Roma hace unos dos años. Le faltan 10 años aún para salir libre, porque tiene que cumplir condena sin beneficio. Yo leí toda la sentencia, son 200 páginas y no me convence. La justicia actuó y uno tiene que respetar sus fallos, ahora si él es inocente y le ha tocado cumplir esa pena, va a ser un santo, si no es inocente, está cumpliendo la pena que la sociedad determinó.

-¿El Vaticano no tiene plazo para pronunciarse?

-Normalmente lo hace con bastante rapidez, pero en este caso yo comprendo que se estén demorando, porque las investigaciones que hicieron la congregación y el obispado difieren bastante de la que hizo la justicia civil.

-Cuando se comprueba el abuso, ¿la marginación del sacerdocio no es una pena menor para la magnitud del delito?

-Nosotros creemos en un Dios misericordioso, capaz de perdonar al pecador más empedernido. Para un sacerdote, ser privado del ejercicio del ministerio al cual consagró su vida es la pena más grave, es tremenda, pero lo seguimos amando como un hijo de la iglesia. Frente al caído, al criminal más criminal, la iglesia tiene la misión de amarlo.

-¿El perdón que pidieron surgió por un instructivo del Vaticano?

-El Vaticano y el Papa dan normas generales, pero después cada Conferencia Episcopal y cada obispo es autónomo. En general, dejamos que cada obispo actúe. Llegó la hora que explícitamente, como Iglesia Católica, pidamos perdón, aunque no sean tantos los casos. Todo ha sido tan dramático, tan fuerte, que nos pareció oportuno. No hablamos esta decisión con el cardenal (Tarcisio) Bertone, no hemos recibido instrucción de la Santa Sede, sino que la conferencia, unánime y libremente, lo hizo.

-Entonces, ¿el Vaticano no ha dado directrices?

-Fundamentalmente, que cada diócesis debe tener un especialista en derecho canónico que haga de promotor de justicia. Si alguien tuviera una denuncia, lo derivo a este promotor de justicia y él tiene un procedimiento para indagar, llama a testigos y, mientras dura el proceso, se mantiene en reserva, por el respeto a las víctimas y por el eventual victimario.

-Si la investigación que hace el promotor de justicia demuestra que hubo abuso. ¿No deberían entregar esa información a los tribunales?

-Lo que uno puede hacer es sugerir a la persona, a la víctima, a los padres, a quien presentó la acusación, del derecho que tiene de ir a los tribunales, pero no puedo obligarlos. Si alguien me cuenta algo que lo angustia, pero me prohíbe contarlo, yo no puedo traicionar esa confianza, no puedo, aunque sea algo que, como en este caso, tenga repercusión pública.

-¿No hay un riesgo de amparar delitos en el secreto de confesión?

-Mi deber es hacerle ver a la persona, hacerle comprender que tiene todo el derecho a acudir a los tribunales, pero si no quiere, ¡qué le voy a hacer yo! Si es él el que va a tener que enfrentar eso. Cómo voy a obligarlo a una acción que no quiere hacer, tengo que respetar la libertad de esa persona.

-Se produce una suerte de paralelo entre la justicia civil y el proceso eclesiástico. ¿Está uno por sobre otro?

-No. Son dos procesos muy distintos. La iglesia tiene un modo de hacer justicia, que está reglamentado en el Código Canónico y, en particular en estos casos, con algunos documentos que la Santa Sede dictó antes de 2003 y que son la base para la normativa que hemos dispuesto.

-¿Cree que la gente entienda que exista esta suerte de justicia paralela a la civil en estos casos?

-Puede ser que algunos piensen eso, pero la firme intención es actuar con claridad meridiana. Es tal nuestro compromiso de velar incesantemente para que estos gravísimos delitos no se repitan, que ¡no hay lugar en el sacerdocio para quienes abusen de menores! Esa es nuestra disposición y ¡claro!, tenemos que tener cuidado, a veces pueden llegar acusaciones que no son ciertas. Es doloroso, en la calle a sacerdotes jóvenes les gritan pedófilos. Es muy injusto generalizar. Quisiera ampliar el horizonte un poco, el problema de la pedofilia se da en todos los grupos humanos, me ha tocado escuchar muchos testimonios de jóvenes que han sido violentados por un familiar, ¡sobre todo por el papá! En 42 años, en Estados Unidos se han condenado 52 sacerdotes con penas civiles y a más de seis mil profesores.

-Entonces ¿por qué este ataque tan sistemático a la Iglesia?

-Quizás porque los sacerdotes están llamados a velar por la dignidad humana y no lo hicieron...

-Estoy de acuerdo y no justifico que ni un solo sacerdote cometa estos delitos, pero hay una cosa…(pausa), por ejemplo, el ataque al Papa. Si hay alguien que actualmente en la Iglesia Católica ha hecho más por este tema es el Papa. Uno se pregunta, ¿qué hay detrás?

-¿Las críticas al Papa no apuntan a que la iglesia se demoró mucho en condenar este tema?

-Estos delitos probablemente han existido siempre, pero si hay una cosa que encuentro positiva en este tremendo dolor que estamos viviendo como iglesia es que hoy tenemos que ser coherentes entre la vida íntima, social y el servicio. Hoy un hombre o mujer público no puede tener una vida dual. En un Presidente de la República, lo que aparece en su personalidad tiene que serlo en su vida familiar, en su vida de negocios. En el caso de la Iglesia, yo digo: esta crisis es de santidad, coherencia de vida, eso es lo que necesitamos.

-También a nivel de feligreses se considera que la jerarquía de la iglesia no se hizo cargo a tiempo y que el Papa finalmente actuó obligado por el peso de los hechos….

-Eso fue en relación a un caso que se conoció en 1983, el famoso padre Marco Dessi, ya muerto, pero no es que apruebe, sino que le dice al obispo que siga estudiando el caso. ¡Es muy doloroso esto! Si mañana alguien me viene a decir algo de un cura que yo quiero mucho y veo una acusación así, es como un padre que le vienen a acusar a su hijo. ¡Qué padre en una primera instancia llevaría a su hijo a la cárcel! Uno tiene que indagar, tener certezas. No podemos encubrir el delito, pero no es tan fácil a veces discernir. El Papa hizo todo el proceso de investigación de los Legionarios de Cristo, ¡si hay alguien que se la ha jugado por la transparencia es este Papa! Claramente, como cardenal Ratzinger y ahora como Benedicto XVI.

-Después del perdón, ¿cómo se revierte la sensación de impunidad?

-Hay un solo camino, pedirle a Dios coherencia de vida. Que los que decimos que somos sacerdotes, defensores de la dignidad humana, dentro de nuestra fragilidad, tratemos de ser coherentes con lo que creemos y lo que decimos que somos. Yo conozco a mis curas, tienen virtudes y defectos, a uno de ellos se le cayó la casa, el templo, y está de allegado con un matrimonio amigo, pero vive sirviendo a la gente. ¡Eso es lo que necesitamos! Si tuviéramos diez Alberto Hurtado en Chile esto se revierte.

Imagen-Es un camino largo reconstruir confianzas y credibilidad… -Es un proceso largo. Con la gran masa va a costar mucho cambiar esto, porque basta que se diga pedofilia y todos piensan en la Iglesia Católica, y eso es tremendamente injusto. Hemos transparentado, tenemos 20 casos que han ido a la justicia; si hay otros, están ocultos, no los hemos sabido. Será lento, tendremos que sufrir humillaciones injustas. Honestamente, creo que ninguno de los obispos que hemos pedido perdón hemos cometido estos hechos, pero es como en una familia, si mi padre ha cometido un delito, sigue siendo mi padre.

-La declaración dice que los obispos meditaron acerca de cómo enfrentaron como pastores estas denuncias. ¿Qué mea culpa hicieron?

-Como obispos, tenemos que estar más cerca de nuestros curas, a veces uno tiene mil cosas que hacer y los ve un par de veces al año. Después, los procesos de discernimiento vocacional, hoy somos más rigurosos en la selección de los jóvenes que aspiran a la vida sacerdotal, ahora no entra nadie si no hay un informe sicológico. Queremos descubrir que no tenga taras incompatibles con la condición sacerdotal. A veces ha sucedido que en una casa sacerdotal le han pedido a un joven que se vaya porque no es idóneo para cura y vemos que después ingresó a otro seminario. Hay normas claras, hay que pedir un informe siempre, para saber por qué esa persona dejó el otro seminario.

-Esta semana se supo el caso del sacerdote Fernando Karadima. Da la sensación que esto no para…

-Sí, lamentablemente. Es un proceso que el cardenal Errázuriz ha llevado. Confío en Dios que en este caso, como en otros, se haga la verdad. Siempre, ante cualquier denuncia, tenemos que investigar y proceder con mucha objetividad y eso ha hecho el cardenal. De este dolor, Dios sabrá sacar algo bueno. Por muy dolorosa que sea la verdad, en este tema o en otros, la verdad nos hace libres. Si algo hemos aprendido de todos estos episodios es la necesidad de transparencia. Hay que dejar que los tribunales y el Arzobispado hagan su trabajo.

-En Estados Unidos y Europa, se presentó una demanda contra el Papa y la autoridad eclesiástica ante una Corte Federal. Se exige la entrega de los archivos del Vaticano y una indemnización monetaria. ¿Qué efectos puede tener?

-No creo que tenga mayor efecto, hay mucha gente que busca publicidad y eventualmente dinero. Hay una corriente en Europa y en América del Norte que quiere arrinconar a la iglesia a la sacristía. Es el laicismo más radical, que reconoce a las personas el derecho a practicar su religión, con sus ritos, pero que los vivan en la intimidad del templo, que no se pretenda influir en las conciencias, en las leyes o la concepción del mundo. ¿Cuál es la única voz que hoy defiende el derecho del nonato? ¿Frente a la eutanasia? Quieren minar a la única autoridad moral en el mundo que sigue defendiendo valores esenciales.

-¿Se ha puesto en jaque esa autoridad moral de Iglesia?

-Yo creo que en cierta medida, lamentablemente, sí. Yo ya soy viejo, pero si tuviera que morir por defender la vida del niño que está por nacer, lo haría. Los que me conocen saben lo que yo me jugué en Concepción en la época de los derechos humanos, pero esa misma pasión con que defendí en ese momento, la tengo hoy para defender al niño no nacido. En esa época me decían comunista y ahora, que soy retrógrado y conservador, pero es el mismo principio que está en juego, la vida. El problema de fondo de todo lo hablado es ese: la Iglesia en el siglo pasado se enfrentó al nazismo, al facismo y al comunismo; hoy está enfrentada al laicismo.

 


 

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