domingo, noviembre 08, 2009

La mala prensa del continente africano

La mala prensa del continente africano
Por el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona
BARCELONA, sábado, 7 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, con el título "La mala prensa del continente africano".

* * *

         El Sínodo sobre la Iglesia católica en el continente africano, que se ha celebrado en el Vaticano del 4 al 25 de octubre ha analizado en profundidad la misión de la Iglesia al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz.

         Durante esta asamblea se ha denunciado la mala prensa que actualmente tiene África en los medios informativos del mundo desarrollado. Sorprende, y a la vez entristece, ver el escaso eco que los poderosos órganos de comunicación han dado a la asamblea de obispos africanos, en la que -por cierto- se ha hablado con realismo de los problemas de todo un continente muy próximo a nosotros geográficamente, pero que tenemos muy lejos en nuestras preocupaciones y en nuestros propósitos.

         África, en el día de hoy, es un continente inmerso en la pobreza y en la miseria. Destrozado por las guerras, atrapado por los conflictos, atacado por las enfermedades. La gente y los pueblos de África lloran y sangran, escribe un misionero y buen conocedor de la realidad africana.

         Y las perspectivas de cara al futuro no son nada buenas. Recientes estudios sobre el impacto del cambio climático en la agricultura anuncian que las cosechas de cereales caerán en picado. Esto producirá más desnutrición infantil y un incremento del precio de los alimentos básicos, afectando a los países en vías de desarrollo, y de una manera especial al África subsahariana y al Sudeste asiático.

         A pesar de todo, cabe un lugar para la esperanza. Porque siempre que hablamos de problemas que dependen de los seres humanos, la última palabra la tiene la humanidad y los recursos espirituales de cada persona y de cada comunidad. Es muy significativo que Benedicto XVI al inaugurar el reciente Sínodo africano afirmara que este continente representa "un inmenso pulmón espiritual" para "una humanidad que parece estar en crisis de fe y de esperanza".

         "África -dijo el Santo Padre- es depositaria de un tesoro inestimable para el mundo entero: su sentido profundo de Dios". Aún así, tal pulmón podría verse dañado por dos "patologías peligrosas" que actualmente lo atacan. Son, por un lado, el materialismo nihilista y relativista occidental, y por el otro, el fundamentalismo religioso. En lo referente al primero el Papa advirtió que "el colonialismo del primer mundo aún no se ha acabado", ya que "ha exportado y continúa exportando sus residuos tóxicos espirituales" a otros continentes, en especial a África.

         Otra realidad evidenciada en este Sínodo ha sido que la Iglesia católica ha arraigado profundamente en la realidad de los pueblos africanos y que la gran mayoría de los obispos que rigen las diócesis del continente son nativos africanos. Las comunidades cristianas de aquel continente están llamadas a ser fermento de renovación humana y espiritual. La esperanza de ese continente pasa por todos aquellos que, dentro o fuera de él, han entendido que allí se juega un desafío de vida o muerte, y trabajan por un despertar de los pueblos africanos en todos los órdenes

BARCELONA, sábado, 7 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, con el título "La mala prensa del continente africano".

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         El Sínodo sobre la Iglesia católica en el continente africano, que se ha celebrado en el Vaticano del 4 al 25 de octubre ha analizado en profundidad la misión de la Iglesia al servicio de la reconciliación, la justicia y la paz.

         Durante esta asamblea se ha denunciado la mala prensa que actualmente tiene África en los medios informativos del mundo desarrollado. Sorprende, y a la vez entristece, ver el escaso eco que los poderosos órganos de comunicación han dado a la asamblea de obispos africanos, en la que -por cierto- se ha hablado con realismo de los problemas de todo un continente muy próximo a nosotros geográficamente, pero que tenemos muy lejos en nuestras preocupaciones y en nuestros propósitos.

         África, en el día de hoy, es un continente inmerso en la pobreza y en la miseria. Destrozado por las guerras, atrapado por los conflictos, atacado por las enfermedades. La gente y los pueblos de África lloran y sangran, escribe un misionero y buen conocedor de la realidad africana.

         Y las perspectivas de cara al futuro no son nada buenas. Recientes estudios sobre el impacto del cambio climático en la agricultura anuncian que las cosechas de cereales caerán en picado. Esto producirá más desnutrición infantil y un incremento del precio de los alimentos básicos, afectando a los países en vías de desarrollo, y de una manera especial al África subsahariana y al Sudeste asiático.

         A pesar de todo, cabe un lugar para la esperanza. Porque siempre que hablamos de problemas que dependen de los seres humanos, la última palabra la tiene la humanidad y los recursos espirituales de cada persona y de cada comunidad. Es muy significativo que Benedicto XVI al inaugurar el reciente Sínodo africano afirmara que este continente representa "un inmenso pulmón espiritual" para "una humanidad que parece estar en crisis de fe y de esperanza".

         "África -dijo el Santo Padre- es depositaria de un tesoro inestimable para el mundo entero: su sentido profundo de Dios". Aún así, tal pulmón podría verse dañado por dos "patologías peligrosas" que actualmente lo atacan. Son, por un lado, el materialismo nihilista y relativista occidental, y por el otro, el fundamentalismo religioso. En lo referente al primero el Papa advirtió que "el colonialismo del primer mundo aún no se ha acabado", ya que "ha exportado y continúa exportando sus residuos tóxicos espirituales" a otros continentes, en especial a África.

         Otra realidad evidenciada en este Sínodo ha sido que la Iglesia católica ha arraigado profundamente en la realidad de los pueblos africanos y que la gran mayoría de los obispos que rigen las diócesis del continente son nativos africanos. Las comunidades cristianas de aquel continente están llamadas a ser fermento de renovación humana y espiritual. La esperanza de ese continente pasa por todos aquellos que, dentro o fuera de él, han entendido que allí se juega un desafío de vida o muerte, y trabajan por un despertar de los pueblos africanos en todos los órdenes
 

Atte.


P.MAURICIO ARANCIBIA PORTILLA
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