lunes, septiembre 19, 2011

Homilía Te Deum 2011 Iglesia Catedral de La Serena

Homilía Te Deum 2011
Iglesia Catedral de La Serena
(Lecturas: Filipenses, 4,6-9; Lucas, 24, 1-12)

1. Hoy, 18 de septiembre, terminamos el año del Bicentenario; miramos nuestra Patria y nuestra Región con sus grandezas y sus debilidades, y por todo ello damos gracias a Dios. Pedimos también por nuestras Autoridades, por el Sr. Presidente de la República, por el Sr. Intendente, por el poder Legislativo y Judicial. Pedimos la sabiduría para todos ellos, también por todos los que tienen autoridad, de la más diversa manera: los que rigen las organizaciones de empresarios y trabajadores, los Rectores de Universidades y Colegios, y, sobre todo, los padres y madres de familia.

2. Siguiendo la enseñanza de Pablo Apóstol, creemos que la Comunidad eclesial no debe ser una comunidad aparte en nuestro Chile. Debe buscar y apoyar todo lo verdadero, lo bueno, lo razonable. Con palabras de hoy diríamos: lo transparente, lo equitativo y lo respetuoso de la dignidad de todo ser humano, mujer u hombre. Pablo sabe que hay bondad y rectitud en el mundo griego en el cual se mueve, y también honestidad, amor y heroísmo, y no se avergüenza de recurrir a algunos códigos éticos, morales, y a los catálogos de virtudes de su mundo circundante. La Iglesia cristiana supo aprovechar la cultura grecorromana, para escribir en la lengua griega los Evangelios; de ella recibió ayuda para desarrollar la Teología, para recibir su hermosa arquitectura y para aprovechar el Derecho romano con el fin de formar su propio derecho canónico. Pero, también, con clara identidad, Pablo nos advierte que nuestra vida es "en Cristo", y por eso él mismo rechazó fuertemente no valores como el menosprecio de las personas, especialmente de los esclavos, las creencia mágicas que oprimían, y todo lo que rompía o deterioraba la familia, (aborto o divorcio) situaciones frecuentes en ese tiempo.

3. Como pastor, estimo que también este es el momento para una renovación profunda de la Iglesia y de su mensaje religioso. Somos personas débiles al servicio de una gran causa. Hemos pedido perdón y esperamos recibirlo de todos aquellos que hayan recibicito ofensas o abusos de nuestra Iglesia. Por la honra y respeto del Evangelio de Jesús y por el bien de Chile y de su pueblo, tenemos que testimoniar y anunciar a todos un Evangelio creíble, no para tener poder, sino para poder servir como el Señor lo hizo y nos mandó hacerlo. También, para aportar luz, con respeto y sin imposiciones, al centro de nuestra vida ciudadana y de nuestra vida personal, proclamando, con humildad pero con mucha verdad, un mensaje que tal vez hoy se ha silenciado por nuestros propios defectos. Creemos que este mensaje está en el corazón mismo de la patria desde sus orígenes. Fieles a ese evangelio, como los peregrinos de Emaús, tenemos que dejar nuestros sentimientos propios, y construir una Iglesia del Resucitado, sencilla y servidora, que escucha las Escrituras y sirve a su pueblo, sobre todo a los pobres y necesitados; una Iglesia libre y valiente, fiel al Espíritu de Dios; una Iglesia participativa en la cual todos, especialmente los marginados y los débiles, se sientan en casa propia.

El Padre Hurtado nos invitaba a achicar la ruptura entre la Iglesia y el mundo de su tiempo porque "el vacio entre la Iglesia y el mundo se ensancha cada vez más… y con sinceridad hemos de abrir los ojos a la vida." Es nuestro deseo y compromiso abrir los ojos a la vida de Chile. Y apreciar que en nuestra Región hay menos distancias entre las personas, y ha habido un trabajo que nos da mayores posibilidades de acechamiento entre todos.

4. Hoy debemos dar gracias a Dios, por el crecimiento sostenido de Chile. Es un hecho reconocido internamente y en el exterior, incluso por el Banco Mundial, la OCDE y el PNUD. La Tradición cristiana nunca ha condenado el progreso, el crecimiento y las posibilidades de una mejor vida. Y el mundo de hoy, con los descubrimientos de la ciencia y de la técnica, nos da muchas posibilidades de una vida cada vez mejor, que desarrolle las enormes posibilidades que tenemos, por ser "imagen y semejanza de Dios".

Sin embargo, ha surgido un amplio movimiento ciudadano, como hace mucho tiempo no habíamos visto. Ese movimiento respalda en lo fundamental las peticiones que han hecho los jóvenes. Hoy nadie puede negar que exista un hondo malestar a pesar del progreso material. ¡Cuánto me gustaría que ese malestar que el pueblo, la ciudadanía y en particular los jóvenes están expresando sea oído por todo aquel que tiene responsabilidad en nuestro país! En la reflexión sobre el momento actual, que envié el 9 de este mes, citaba mis palabas dichas en el Te Deum de 2008, válidas hoy: "Estoy convencido que es nuestra sociedad entera la que tiene enfermedades. No se trata de echar culpas a algunos solamente (autoridades). Hay una falta de integración social, que pide, que grita, que todos, es decir, autoridades, universidades, partidos políticos, organizaciones de empresarios y trabajadores, fuerzas armadas, iglesias, etc., que todos trabajemos juntos y de manera nueva para integrar los excluidos de la sociedad, y para compensar las extremas diferencias: Sabemos que la falta de equidad genera distintos niveles de calidad y que cuando no ha habido una voluntad social de equidad, se han generado problemas tardíamente enfrentados o sin enfrentar, como los de las jubilaciones, imposiciones, salario ético, deudas históricas, salud, sueldos a honorarios, que contrastan con otras grandes realizaciones hechas y ya logradas. Reconocemos lo logrado, no queremos ser injustos, pero la situación básica pareciera estar porfiadamente estable". (Homilía Tedeum 2008)".

5. En la raíz de muchos de esos males está la cultura que nos impone la globalización. Chile fue un una isla protegida por las altas montañas, océanos y desiertos. Esas fronteras han desaparecido por los avances tecnológicos y hoy estamos todos en el centro del mundo. Somos ciudadanos del mundo. Debemos resituarnos y hacer esfuerzos para acoger ideas nuevas sin perder nuestra identidad y los valores de la cultura recibida. Desgraciadamente la cultura de la globalización otorga una centralidad sin contrapeso al éxito económico, la competencia despiadada, el individualismo que se desplazan en medio de un mercado desregulado y que genera desigualdades, exclusiones, destrucción de la naturaleza y de la misma vida política. Es razonable valorar el emprendimiento económico pero a veces eso se hace a costa de muchos valores ciudadanos y éticos descuidados. Somos testigos de hechos inaceptables, de abusos perpetrados contra gente humilde para obtener mayores beneficios en algunas empresas. Una valoración excesiva del éxito económico como signo de éxito personal fácilmente lleva a la corrupción. El rechazo al lucro, a veces no bien definido, en el fondo es el rechazo a un modo de relacionarnos en el cual los intereses particulares priman sobre el bien común, donde la codicia se hace más fuerte que la solidaridad. El rechazo apasionado del lucro es el grito ahogado de un pueblo que quiere relaciones de solidaridad, de amistad, de colaboración y de respeto.

6. Es verdad que debemos escuchar a nuestros jóvenes, ellos nos están abriendo los ojos ante problemas que se arrastran y profundizan. Pero es el momento también de revisar nuestra manera de hablarles a los jóvenes, de revisar el ejemplo que damos, para que ellos comprendan que no parten de cero. Que hay valores profundos recibidos que no deberíamos perder y también que en el pasado cometimos errores graves que no deberíamos repetir en el futuro.

Queremos pedirles que no permitan que se empañen sus justas demandas. La violencia y la destrucción, debe aclarase, y ser llevada a la justicia para trasparentar estas graves actuaciones. Los líderes han sido claros pero hemos de ayudarlos para que su mensaje sea acogido por todos. Los mayores sabemos a dónde lleva la violencia. Además, en medio de la cultura que exige derechos, tenemos que recordar que no hay vida humana justa si no se asumen los deberes. Como sociedad tenemos que insistir que junto a los derechos existe el deber de ser solidarios, de respetar a los demás, en particular a los más débiles. Una vida social sana entrecruza deberes y derechos, exigencias y entrega a los demás. Un joven tiene el derecho a exigir una buena educación y tiene el deber de estudiar. Un ciudadano tiene el derecho a exigir canales de participación pero tiene el derecho ineludible de participar. Chile luchó hace 200 años denodadamente por su libertad y lo mismo hizo en el pasado reciente. Pero ser libre no es elegir entre distintos productos del mercado sino ser capaces de hacernos en verdad responsables de los demás. Por eso hoy, la lucha fundamental es por la equidad y la igualdad de oportunidades. Ahí se juega la libertad.

7. Para eso parece urgente emprender las reformas políticas no sólo para que las autoridades y las instituciones sean legitimadas sino para que la participación ciudadana sea efectiva y los verdaderos problemas sociales encarados en profundidad y oportunamente. Chile tendría hoy los medios, si hubiese voluntad, para avanzar significativamente. Tenemos que darnos las instituciones capaces de encarar y resolver eficazmente los problemas.

La renovación de la vida política debe llevarnos a la redefinición de un estado moderno, en el que participa una sociedad renovada. La modernización del estado no se produce por el aumento de computadores y la rapidez de los trámites, sino por la capacidad de generar estructuras que permitan una vida en común solidaria, en la cual el bien común prime sobre el bien particular, los débiles sean protegidos, la ley justa se cumpla y no haya privilegios, la diversidad nos enriquezca todos y no sea considerada como una amenaza. El estado moderno genuinamente pluralista no ve como enemigo a los particulares, apoya su iniciativa y diversidad, pero regula la convivencia civilizada. Enseña a convivir en el respeto y el servicio.

7. No quisiera terminar sin hacer un recuerdo sentido de aquellos que, habiendo partido a hacer el bien, murieron en Juan Fernández. También, recordar a tantos que mueren en accidentes, que enlutan y deprimen a tantas familias. Que Chile vuelva a mostrar en esas dolorosas circunstancias lo mejor de sí mismo en respeto, solidaridad y en su comprensión del sentido último de la vida humana.
La Virgen del Carmen que es nuestra Madre nos ayudará y acompañará en este caminar. No hay nada más cercano a Ella que querer una mesa para todos. Que nos ayude a crear riqueza, a reconstruirnos como pueblo, a ahondar nuestra fe, y a unir nuestras voluntades, para humanizarnos y seguir adelante. Amén.

† Manuel Donoso Donoso
Arzobispo de La Serena

En la Catedral de La Serena, a 18 de Septiembre de 2011

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