martes, marzo 08, 2011

El sacerdote debe convertirse a su propia identidad

El sacerdote debe convertirse a su propia identidad
Carta del cardenal Mauro Piacenza a los sacerdotes para Cuaresma

ROMA, martes 8 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- El sacerdote debe ser un "trozo de Evangelio viviente que todos puedan leer y acoger", y para hacerlo debe experimentar hasta el fondo la experiencia de la conversión, de la "conversión a su propia identidad".

Así lo afirma el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, en una carta dirigida a los sacerdotes de cara a la Cuaresma.

"¡Debemos convertirnos en aquello que somos!", escribió el purpurado. "La identidad, recibida sacramentalmente y acogida por nuestra humanidad herida, nos pide la progresiva conformación de nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestras actitudes, de todo cuanto somos a la imagen de Cristo Buen Pastor, que ha sido impresa sacramentalmente en nosotros". Y "¡Es en la Eucaristía que el Sacerdote redescubre la propia identidad!".

Según el cardenal, "un mundo descristianizado necesita de una nueva evangelización, pero una nueva evangelización exige Sacerdotes 'nuevos', pero no en el sentido del impulso superficial de una efímera moda pasajera, sino con un corazón profundamente renovado por cada Santa Misa".

Importante sobre todo, "es la conversión del ruido al silencio, de la preocupación por el "hacer" al "estar" con Jesús". Pero también la conversión a la comunión, que se realiza "redescubriendo lo que realmente significa: comunión con Dios y con la Iglesia, y, en ella, con los hermanos. La comunión eclesial se caracteriza fundamentalmente por la conciencia renovada y experimentada de vivir y anunciar la misma Doctrina, la misma Tradición, la misma historia de santidad y, por lo tanto, la misma Iglesia".

"Estamos llamados a vivir la Cuaresma con un profundo sentido eclesial, redescubriendo la belleza de estar en una comunidad en éxodo, que incluye a todo el Orden sacerdotal y a toda nuestra gente, que mira a los propios Pastores como a un modelo de segura referencia y espera de ellos un renovado y luminoso testimonio".

Nos debemos convertir también en "la participación cotidiana del Sacrificio de Cristo sobre la Cruz. Así como Él dijo y realizó perfectamente aquella sustitución vicaría, que ha hecho posible y eficaz nuestra Salvación, así cada sacerdote, alter Christus, es llamado, como los grandes santos, a vivir en primera persona el misterio de tal sustitución, al servicio de los hermanos, sobre todo en la fiel celebración del Sacramento de la Reconciliación, buscándolo para sí mismos y ofreciéndolo generosamente a los hermanos, juntamente con la dirección espiritual, y con la oferta cotidiana de la propia vida en reparación por los pecados del mundo".

La Iglesia y el mundo, en definitiva, tienen necesidad de "sacerdotes serenamente penitentes delante del Santísimo Sacramento, que capaces de llevar la luz de la sabiduría evangélica y eclesial en las circunstancias contemporáneas, que parecen desafiar nuestra fe, se vuelvan en realidad auténticos profetas, capaces, a su vez, de lanzar al mundo el único desafío auténtico: el desafío del Evangelio, que llama a la conversión".

"A veces -concluyó- la fatiga es verdaderamente grande y experimentamos ser pocos, con respecto a las necesidades de la Iglesia. Pero, si no nos convertimos, seremos cada vez menos, porque sólo un sacerdote renovado, convertido, "nuevo" se convierte en instrumento eficaz, a través del cual, el Espíritu llama a nuevos sacerdotes".

 
Atte.


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