jueves, febrero 04, 2010

SEÑOR, NO ESTAMOS TAN LEJOS DE HAITÍ.


 

 

 

SEÑOR, NO ESTAMOS TAN LEJOS DE HAITÍ.

 

Querido Jesús:

 

¿Cómo estás? Nosotros estamos por aquí, aprovechando de compartir en estos días de vacaciones. Pero también con mucha pena, ya que hace casi un mes nos enteramos por la televisión y los diarios sobre la nueva tragedia que hoy viven nuestros hermanos de Haití. Me basta cerrar los ojos un instante para recordar la experiencia que pude vivir hace tres años cuando tuve el gran regalo de visitar ese país.

 

Me acuerdo de los montones de niños que junto a sus madres, recogiendo restos de verduras y comida, desechados después de una feria. Cierro los ojos y vuelvo a sentir en el corazón los gritos y las sonrisas de unos pequeños en el patio de una escuela. Era una lección de esperanza verlos sonreír y jugar en medio de tanta miseria. Pero tampoco se me puede olvidar el rostro cansado y enfermo de muchos haitianos que viajan por el día a Dajabón, una ciudad limítrofe con Republica  Dominicana. Y juntar esos recuerdos, más lo que hoy debe estar viviendo, me pone mucho más alerta.

 

Pero de todas las palabras que tengo de ese viaje, las que más se repiten en mi cabeza son las de un agrónomo. Él  nos contaba que el 80% del territorio -de ese país- está erosionado.  Es decir, cualquier cosa que se intente plantar, por falta de nutrientes en el suelo no brotará.

 

Comerciantes y Empresas extranjeras arrasaron cortando la gran mayoría de los árboles, dañando los suelos. Sobre explotaron la plantación de la caña de azúcar, y la exploración desenfrenada a la caza de diamantes entre otros muchos errores.

 

En sólo décadas pasó de ser un país con muchas riquezas naturales, a una tierra pobre y con mucho dolor. Pienso en eso, y me acuerdo del hermoso valle fértil del Huasco  que nos regalaste.  Y entiendo que la mentalidad de explotar irracionalmente los recursos como el agua, la búsqueda enloquecida del oro a costa de los glaciares, y muchas otras cosas no nos deja tan lejos de Haití.

 

Cuando miramos el agua con una lógica mercantilista ("todo se vende") nos estamos pareciendo a esa gran cantidad de hombres, que sustrajeron las riquezas de Haití y partieron a otros pueblos. Nos parecemos a los haitianos de ayer que se ilusionaron con la extracción de diamantes y azúcar de su tierra, pero que al final de cuentas no los ayudaron en nada para construir un mejor futuro para sus niños. Hoy a muchos de nosotros la explotación del oro –a costa de lo que sea-  nos deslumbra. SEÑOR, NO ESTAMOS TAN LEJOS DE HAITÍ.

 

Señor danos una mirada sabia  y nueva sobre la naturaleza. Ayúdanos a  entender que allí donde nos apasionamos desenfrenadamente por la explotación de la  naturaleza, no queda más que sembrado el grito de sufrimiento de la hermana tierra.

 

Haznos responsables del hoy, para que mañana los nuestros no lamenten nuestras cegueras; frente a los ríos secos y valles contaminados.

 

Señor haznos buscar un desarrollo humano, solidario y fraterno.

 

Con afecto,                                                Un Creyente

Atte.


P.MAURICIO ARANCIBIA PORTILLA
VICARIA DE EDUCACIÓN Párroco de Santa Cruz
 MIembro Oclacc
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