Los medios de comunicación social nos modelan e instrumentalizan los comportamientos. La sociedad moderna está modelada por la naturaleza de los medios masivos de comunicación, así como por sus contenidos. Vienen a ser ellos quienes instrumentalizan este nuevo escenario que llamamos posmo-dernidad. Esta mal llamada posmodernidad nos impulsa a vivir y a disfrutar del presente dentro de un amplio y confuso pluralismo de valores; critica y rechaza todo tipo de utopías, así como los grandes relatos; es escéptica frente a las consignas de "progreso", "revolución", "racionalismo", "positivismo"… Los grandes valores éticos se diluyen dentro de un creciente y decadente relativismo moral. Los compromisos son débiles y las convicciones provisionales. El individualismo se hace cada vez más presente en nuestra sociedad junto con el consumismo, afectando la capacidad de selección y confundiendo lo superfluo e innecesario con lo conveniente e imprescindible. Se privilegia lo banal sobre lo profundo, lo caduco sobre lo duradero, la exterioridad sobre la interioridad. La apariencia vale más que la realidad y el cuerpo más que el espíritu. Predominan los placeres inmediatos, aunque fugaces, sobre las satisfacciones profundas y gratificantes de la autorrealización personal, mientras vemos debilitarse el compromiso político y social transformador. Todo ello guarda vinculación con la cultura de la imagen, de lo gráfico, de lo cromático, de lo personal, de lo cercano, de lo directo …que difunde por todo el mundo la tecnología cibernética, de tal modo que muchos analistas afirman que nuestra sociedad ha entrado ya en la era de la cibercultura. Hacia una visión más objetiva de nuestra realidad De ningún modo debemos cerrarnos en una visión negativa y parcial de nuestra sociedad. También en ella se promueven y hacen presentes una gama de ideas y valores de gran importancia. Es evidente, por ejemplo, que se han logrado notables avances en la vigencia de los derechos humanos, junto a un mayor respeto a la dignidad y a la autonomía de las personas y de los grupos sociales. El sistema democrático está presente y se ha ido afianzando en la mayoría de nuestros países. Si bien deja mucho que desear la justicia social y el compromiso de nuestros gobiernos de erradicar la pobreza y la extrema pobreza, que afectan a más del 60% de la población latinoamericana, no obstante, podemos advertir que existe una mayor conciencia y preocupación frente a ese grave problema. El desafío de la pobreza causa desconcierto y hasta indignación cuando se lo ve como directamente vinculado a una mayor riqueza. La concentración del dinero en pocas manos se nutre de la pobreza de la mayoría de nuestra población. Ya Puebla lo había percibido, claramente, hace más de 25 años: "Esta pobreza no es una etapa casual, sino el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas, aunque haya también otras causas de la miseria… Estado interno de nuestros países que encuentra, en muchos casos, su origen y apoyo en mecanismos que, por encontrarse impregnados, no de un auténtico humanismo, sino de materialismo, producen a nivel internacional, ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres" (DP. art. III,3). Se da en nuestra sociedad un mayor conocimiento de otras culturas, así como una visión más positiva de la sexualidad y una creciente valoración del cuerpo, de la salud, de la juventud, de la belleza… Se han realizado avances en la libertad religiosa, en el ecumenismo y en la preocupación por la verdadera integración de nuestros países. Aunque todavía estamos muy lejos del reconocimiento pleno de los derechos de la mujer en la vida concreta de nuestro mundo, no obstante, debemos reconocer los avances notables que se han realizado en los últimos veinte años en cuanto a los derechos de género. Si bien nuestros modelos de desarrollo están basados, en gran parte, en la explotación y mal uso de los bienes de la creación, vemos, por el lado positivo, una creciente preocupación e información sobre los graves problemas en el área de la ecología. Notamos, asimismo, cierta superación en relación a la mentalidad tradicional, marcadamente legalista y dualista. Un verdadero reto a la vivencia de la fe cristiana Esta nueva cultura ha afectado profundamente la percepción del mensaje cristiano, la vivencia de la fe y la práctica religiosa. Se vive una especie de "religión a la carta", sin compromisos personales firmes y sin incidencia en los comportamientos. Nuestra sociedad avanza entre grandes logros materiales y profundos vacíos existenciales. Es evidente que ante estos cambios, tan profundos, se hace necesario encontrar las respuestas más apropiadas y eficaces. Queremos detenernos en una de ellas que guarda relación con la metodología en la formación catequética y catecumenal. La enseñanza religiosa y, sobre todo, la catequesis, ha tenido, no pocas veces, las limitaciones y deficiencias de la pedagogía escolar. Los más eminentes pedagogos están de acuerdo en afirmar que, ante la profunda crisis que afecta a la verdadera vivencia de los contenidos de nuestra fe y a la sociedad en general, la respuesta más valida y eficiente tiene que venir desde el campo de la educación, tanto familiar, como escolar o catequética dentro de una perspectiva de formación integral. Una verdadera educación no queda limitada al área de los conocimientos y aprendizajes. Debe ser una siempre y para todos, holística y autónoma. Las prácticas educativas tanto en la familia, como en la escuela y en la Iglesia, han sido, predominantemente, heterónomas, es decir, condicionadas, por lo general, a sanciones, calificaciones, amenazas o castigos. El temor, no filial, sino servil, ha sido el que ha predominado a lo largo de los siglos. Es de absoluta necesidad que sea superada esa pedagogía del temor. Sin embargo, la formación, que a lo largo de la historia, han impartido los mejores educadores (padres de familia, profesores, sacerdotes, catequistas…) siempre ha sido autónoma. Frente a la cultura actual, es de absoluta necesidad, si no se quiere fracasar, sobre todo en el aspecto religioso y en la formación en los valores. Para que la educación sea una respuesta válida a los graves desafíos de la cibercultura, tendrá que estar orientada, necesariamente, hacia una formación autónoma. Ella hace del educando sujeto de su propio desarrollo, impulsándolo hacia la responsabilidad personal, la criticidad, la creatividad… promoviendo, no sólo el área cognoscitiva, sino, simultáneamente, el área de la ética, de la espiritualidad, de lo afectivo, de lo ecológico, de lo social…. Es decir, el área de los valores. Es ayudar a que cada formando descubra lo mejor que hay en su ser y ofrecerle criterios y herramientas para que todo ese potencial se pueda desarrollar para su propia autorrealización. A la vez, habrá que insistir en que lo que tenemos, lo que aprendemos y lo que somos, sólo tiene pleno sentido cuando es compartido, en forma desprendida, con los demás. El tipo de enseñanza que predomina, privilegia lo memorístico y repetitivo, con una marcada tendencia hacia la promoción en los exámenes o hacia el cumplimiento con una práctica religiosa como la Primera Comunión, la Confirmación o el Matrimonio… Es una concepción parcial y reductiva de todo el proceso educativo, tan rico y tan complejo. Si la formación queda, obsesivamente, orientada hacia el desarrollo del área cognoscitiva, marginando, totalmente, el área de los valores, tergiversa su verdadera finali-dadad. La formación en valores constituye el corazón mismo de todo el proceso educativo. Una educación que queda atrapada en el área exclusiva de los saberes, no es educación, a lo sumo será "instrucción". Según el sistema educativo vigente para ser "abanderado", "cuadro de honor", aprobar la asignatura y ser promovido, no es necesario ser buen compañero, ser honesto… Tampoco es necesario poseer capacidad de síntesis, espíritu crítico, tener iniciativa, ser creativo… Pueden finalizar con excelentes calificaciones alumnos/as egocéntricos, envidiosos, egoístas, sin criterio y convencimientos personales… El sistema educativo vigente, ni forma en valores, ni los jerarquiza, ni los evalúa, ni los premia. Simplemente, los ignora. Un excelente universitario que había terminado su carrera de "Administración de Empresas", dijo en un acto académico que se celebraba en su Unversidad: "A ustedes, queridos catedráticos, les quiero decir con total franqueza algo muy grave que he percibido en mi formación y en la de mis compañeros: Sólo nos formaron a medias". Este joven profesional había llegado a percibir que el sistema lo había formado en los conocimientos pero no en los comportamientos. No es de extrañar que esas mismas deficiencias, tan graves, las percibamos en todas las áreas y en todos los estamentos de nuestra sociedad. Los griegos, a la verdadera educación integral la llamaban "paideia" y la concebían como formación para la autonomía personal, para la reflexión, para la autorrealización, para el diálogo, para la creatividad y como orientadora de los comportamientos personales y sociales. La UNESCO ha logrado sintetizar la concepción de la educación integral en su famoso esquema: Ser, Hacer, Aprender, y Compartir. Gregorio Iriarte Atte. P.MAURICIO ARANCIBIA PORTILLA MIembro Oclacc Párroco de Santa Cruz Vallenar CHILE 09-4080178 |
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