martes, marzo 31, 2009


ANEXO:

 

La universidad , espacio de humanismo y no industria cultural

 

Entrevista al sociólogo y profesor chileno Pedro Morandé Court

 

ROMA, domingo 15 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- "La universidad corre el riesgo de perder su vocación humanista cuando los criterios de acreditación, rendimiento y calidad hacen que de lo mismo estudiar en cualquier universidad y con cualquier profesor", afirma el sociólogo Pedro Morandé Court, profesor de la Pontificia Universidad Católica Chile.

Morandé intervino el pasado viernes dentro del Forum Internacional de la Universidad que lleva como tema "Evangelio y cultura, por un nuevo humanismo", que se desarrolló en la Universidad Europea de Roma.

Este evento internacional que cuenta con la participación de más de 600 asistentes entre docentes, rectores y algunos estudiantes universitarios de diferentes países del mundo, ha sido organizado por la oficina de Pastoral Universitaria del Vicariato de Roma y por el Pontificio para la Cultura.  De Chile, junto a varios académicos, asistió Mons. Carlos Pellegrin, Obispo Presidente del Área de educación de la Conferencia Episcopal y el P. Edgardo Fernández, Director de esta Área.

 

Zenit habló con Pedro Morandé sobre su intervención denominada "Un nuevo humanismo en el contexto de la actual industrialización de las universidades y de la pérdida de la tradición sapiencial".

Morandé es doctor en sociología por la Universidad de Erlangen en Nuremberg, Alemania. Su tema de especialidad es la sociología de la cultura y la religión. En el año 2004 el Papa Juan Pablo II lo nombró consultor del Pontificio Consejo para la Cultura. Forma parte del comité editorial de la revista Humanitas. Es autor de varios libros. Entre ellos, "Iglesia y Cultura en América Latina" y "Persona, matrimonio y familia".

-¿Por qué cree usted que la universidad está perdiendo su vocación sapiencial en el proceso de globalización?

Pedro Morandé: La experiencia del cristianismo es que se encuentra a Cristo a través de la humanidad nueva, de una comunidad que vive en la verdad y en la caridad. Eso es lo que en la universidad se llamaba tradicionalmente la comunidad de maestros y discípulos.

En este proceso de globalización que es inevitable, no obstante los esfuerzos que se hagan por acreditar y establecer equivalencias, la universidad no puede perder el foco, que no es el rendimiento ni la acreditación frente a la sociedad sino el gozo, como dice Juan Pablo II en la Ex Corde Ecclesiae, de buscar y encontrar la verdad. Eso sólo lo pueden hacer personas a través de la humanidad. Nosotros hemos aprendido de nuestros profesores por su calidad humana, no por lo que nos trasmitieron. Los saberes puede que estén en los libros. En cambio esa sabiduría encarnada en la experiencia es lo único que nos permite entender el significado de todas las cosas.

-¿Cree que las universidades católicas han perdido su identidad humanista en este nuevo milenio?

Pedro Morandé: En el fondo las impulsa este proceso global a transformarse en parte de un sistema, en una pieza que cumple con ciertos objetivos que la sociedad define como preparación al trabajo, capacitación para las funciones públicas, perdiendo cada vez más la originalidad de una experiencia humana que está determinada por la comunidad de maestros y discípulos.

La presión del sistema es tal que las obliga, sea por la vía de los recursos o por la vía de lo que exige la opinión pública, a que pierda su originalidad y cambien el eje. El eje ya no es la propia experiencia de la búsqueda de la verdad sino satisfacer demandas sociales; que pueden ser muy legítimas, pero si todo se transforma en satisfacción de las demandas sociales, la universidad se convierte en una industria y entonces da lo mismo con quién estudiar, cómo estudiar. Ya no importan la experiencia del significado de la verdad sino adquirir destrezas, competencias, cosas que la sociedad define como útiles.

No es que haya una especie de apostasía interior de los profesores sino que simplemente están persuadidos de que deben satisfacer las demandas sociales.

-¿Cómo enfrentar en medio de la crisis económica, el desafío de conservar el sentido humanista de la universidad para que este no se vea ofuscados con meros criterios de productividad y competitividad?

Pedro Morandé: La única solución que yo veo es la fuerza viva de una comunidad. Ninguna persona por sí sola es capaz de una transformación así. Tiene que haber un grupo que lleve una vez más a la universidad a su centro. Que la experiencia de encuentro entre maestros y discípulos busque a través del conocimiento y de la sabiduría de todas las generaciones que han precedido, llegar al significado de todas las cosas.

Pero siempre, y eso es lo grandioso, siempre hay alguien en una facultad, una comunidad que vive en su propia experiencia la solidaridad intergeneracional y que aprende de sus maestros y que venera a sus maestros no tanto por lo que saben sino por el significado que le dan a su saber.

Hoy encontramos un montón de personas especialistas pero que no le encuentran sentido a lo que saben. Entonces, de repente se cansan y abandonan todo y prefieren usar el tiempo libre en otras cosas porque nunca encontraron sabiduría. Eso sólo se vuelve experiencia a través de la experiencia de la comunidad.

Siempre hay un núcleo en la universidad. El que le da el alma a la universidad, el que le recuerda y le da la memoria de cuál es el sentido siempre la universidad, vuelve a resurgir como una fuente que no se agota nunca.

-¿Cómo cree que deben trabajar los docentes, directivas y estudiantes para que las universidades católicas recuperen esa su identidad, tal y como lo exhortaba Juan Pablo II en la Ex Corde Ecclesiae?

Pedro Morandé: Como ha repetido tantas veces el Papa, se es cristiano por el encuentro con una persona, no por una opción ni por una humanidad teórica abstracta sino que se es cristiano por el encuentro con una humanidad concreta.

La única manera de recuperar lo que se pierde, es siempre el testimonio de personas que uno ve en su oficio, cualquiera que sea el oficio, cómo ellos presentan el oficio, como el camino de llegar al significado último que se ha revelado en la encarnación de Cristo y por lo tanto, el camino que hay que seguir para que a través de opciones teóricas o abstractas o ideológicas es la renovación de esta experiencia y de esta pasión por el saber y por la búsqueda de la verdad.

[Por Carmen Elena Villa]


 



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