sábado, enero 30, 2010

¿Hasta cuándo y hasta dónde? una reflexión ética sobre las relaciones sexuales durante el pololeo. Tony Mifsud


                                   ¿Hasta cuándo y hasta dónde?

        s.j.

 

 

                                               Una y otra vez se pregunta por la postura de la Iglesia Católica frente a las relaciones prematrimoniales.[1]  Sin embargo, la mayoría de las veces lo que de verdad preguntan los jóvenes no es por las relaciones sexuales durante una etapa que se puede llamar pre-matrimonial sino más bien durante el tiempo del pololeo; concretamente, son las interrogantes por el hasta cuándo tienen que abstenerse de las relaciones sexuales, y por el hasta dónde se puede llegar en el contacto físico durante este período de abstinencia.

 

1.- Algunas aclaraciones previas

 

                                   En primer lugar, es necesario precisar el contexto para comprender el significado ético de cualquier acto humano.  Por lo tanto, no se puede equiparar éticamente una relación sexual dentro de un contexto de prostitución o de una relación pasajera o de un pololeo o de un noviazgo o de una infidelidad matrimonial.

 

                                    Con esto no se pretende distinguir contextos para validar éticamente uno y condenar otro, sino simplemente aclarar que el contexto concreto ilumina el significado ético de una relación sexual.  Aún más, la negativa ética frente a las relaciones sexuales fuera del contexto del compromiso matrimonial no significa que todos los contextos conllevan el mismo grado de carga ética, ya que seguramente no es lo mismo una relación extra-matrimonial que aquella estrictamente pre-matrimonial.  En otras palabras, existe un más dentro de lo que la reflexión ética señala como un mal, como un gesto que no ayuda a la plena realización de la persona.

 

                                   Ahora bien, al hablar de pololeo se hace referencia a una situación donde se entiende que la relación inter-personal no conlleva el compromiso de un matrimonio como tampoco de un noviazgo; no obstante, constituye una relación que va más allá de una simple amistad entre otras, ya que el pololeo es el camino para el noviazgo, aunque no todo pololeo termina en noviazgo.  El pololeo es todavía una situación de posibilidad donde el compromiso se sitúa a nivel de búsqueda para descubrir la factibilidad de emprender el camino del noviazgo, pero de ninguna manera implica ya el compromiso de una vida en pareja.

 

2.- Sexualidad y sexo

 

                                   La sexualidad constituye una categoría antropológica básica mediante la cual se afirma que toda persona nace varón o hembra y se va haciendo a lo largo de su vida hombre o mujer.  La persona humana es sexuada, mujer o hombre, con un trasfondo biológico determinado y con una psicología diferenciada; es decir, el ser mujer o hombre determina la manera de vivir, percibir, sentir, pensar, etc., de manera femenina o masculina.

                                   El sexo connota la dimensión genital de la sexualidad, pero la sexualidad no se reduce al sexo como tampoco se entiende el sexo fuera de la sexualidad si se quiere hablar de un sexo humano.  Aislar el sexo de la sexualidad resulta deformante porque se prescinde de su contexto vital que le da sentido, dirección y contenido propiamente humano.  El texto (sexo) sólo se puede leer dentro de un contexto (sexualidad) para poder descifrarlo y comprenderlo de manera correcta y apropiada.

 

                                   Ahora bien, la persona humana es básicamente un ser relacional en cuanto abierta a sí misma y a los demás dentro de las coordenadas de espacio y de tiempo.  Esto explica el crecimiento como elemento constitutivo de lo humano porque al no ser una realidad cerrada y determinada[2], se abre a la posibilidad de cambio y de transformación en su historia debido a esta apertura hacia lo propio y lo ajeno.  Toda historia humana es una crónica de múltiples relaciones entre el Yo y los que va construyendo y configurando al individuo y al grupo humano.

 

                                   Asimismo, la sexualidad es la vivencia sexuada de lo relacional; las relaciones inter-personales son encuentros marcados por lo masculino y lo femenino.  Y, por ende, el sexo es una de las posibles expresiones en esta relación entre un hombre y una mujer; a la vez que denota una expresión vinculante de entrega e intimidad entre ellos.  En la desnudez física se expresa la apertura máxima posible entre dos seres humanos; una apertura que resulta muy vulnerable si no está acompañada por un compromiso en el tiempo.  Es el goce del encuentro sincero entre dos personas que se aman y que expresan en un gesto concreto lo que viven a diario.

 

                                   En la fidelidad de un estar juntos desde el cual brota la vida, ya que el amor desea perpetuarse en el tiempo, se construye la familia que protege la fragilidad del amor y lo profundiza con el sello del tiempo.  A la vez, la presencia de las familias configura la sociedad y la fortalece en cuanto prepara los futuros ciudadanos que ya han aprendido en el seno de su propio familia los valores básicos de toda convivencia humana.

 

 

 

3.- Una sociedad adolescéntrica

 

                                   En la sociedad moderna, la novedad en el campo de la sexualidad no es tanto la promiscuidad como tampoco la temprana edad en la cual se realiza la experiencia de la relación sexual, sino la tendencia a negar como ideal la relación amorosa como significado exclusivo de la relación sexual entre una mujer y un hombre.  Es decir, se tiende a colocarla en el mismo plano con todas las relaciones efímeras, pasajeras y precarias.

 

                                   En otras palabras, este gesto va perdiendo su densidad contentual, negando a diferenciarlo de otros gestos humanos relacionales.  Al no respetar la jerarquía expresiva que denota distintos compromisos relacionales, se cae en el peligro de la vaciedad y del sinsentido antropológico porque nada es lo que dice ser.

 

                                   En términos psicológicos, se está imponiendo como modelo y referencia la sexualidad adolescente; la moda es seguir siendo joven e instalarse en los movimientos sexuales de la adolescencia.  Así, se pregona un sexo sin fecundidad, se ha desvelada la desnudez, se ha banalizado el sexo en un sexo-proeza, se acepta el cambio frecuente de pareja, se sobreconsume el sexo como un producto más entre otros, se defiende la idea de que hay que satisfacer siempre los deseos inmediatamente tal como se presentan, y, se niega el paso de los años porque se pretende que no debe haber diferencia entre los quince y los setenta años.

 

                                   Aún más, algunos jóvenes tienen que asumir el rol de padres frente a su propios padres que todavía no han superado la etapa de su adolescencia.  En la vida de otros jóvenes se da una total ausencia de la presencia significativa del padre, sea por la inmadurez psicológica del hombre adulto sea por la presencia de múltiples maridos en la vida de su madre.

 

                                   El sexo ha abandonado la sexualidad, olvidando el sexo adulto en beneficio del sexo adolescente.  Es del todo necesario re-situar el sexo respecto a la sexualidad, porque de otra manera un sexo expuesto por todas partes nos hace olvidarlo por hastío frente a lo absurdo y por soledad cuando lo imaginario choca con la realidad.[3]

 

4.- ¿Hasta cuándo?

 

                                   Volviendo a la pregunta inicial, la ética cristiana plantea que el gesto de la relación sexual cobra su auténtico y pleno significado humano y humanizante cuando sus protagonistas expresan una entrega total mutua.  En ese momento, gesto y significado coinciden: se expresa lo que se está viviendo.

 

                                   De otra manera, existe una mentira existencial porque el gesto no está avalado por su significado correspondiente.  En otras palabras, cuando hay una entrega corporal sin el compromiso de consecuencia con dicho gesto, entonces es como firmar un cheque sin fondos.

 

                                   La relación sexual no es una simple fusión de dos cuerpos sino un encuentro de dos personas dentro del contexto de una relación, siendo lo físico (la relación sexual) una expresión de una totalidad más grande (una relación humana con distintas dimensiones y diferentes expresiones correspondientes).

 

                                   Ahora bien, la institución social que conlleva el significado de entrega total y definitiva entre un hombre y una mujer, que, a su vez, se convierte en un solo proyecto de vida, es el matrimonio.  Por lo tanto, en el matrimonio se da una coincidencia entre gesto - significado - institución.

 

                                   Por lo tanto, no se trata de esperar hasta el matrimonio para tener relaciones sexuales (visión jurídica), sino el matrimonio es el momento mediante el cual dos personas asumen personal y públicamente el compromiso de un amor total, es decir, fiel en el tiempo para con el otro (visión antropológica).  En el contexto de un compromiso matrimonial, el gesto de la relación sexual significa aquello que expresa: Te amo de verdad y estoy dispuesto a asumir todas las consecuencias de este amor por tí.

 

                                   El amor es público en el sentido de que lo humano es de por sí relacional, muy especialmente cuando un amor entre un hombre y una mujer trae consecuencias para toda la sociedad: los hijos, los derechos legales, la educación, la vivienda, etc.  Además, el verdadero amor siente la necesidad de hacerse público: quiero que los demás sepan que mi amor por tí es verdadero (contexto relacional de lo humano).  Tanto es así, que el dolor es grande cuando los otros significativos (padres, familiares, amigos) se oponen a este compromiso matrimonial.

 

                                   Sería bueno recordar que no se está haciendo referencia a cualquier tipo de amor.  Existe el amor paternal, maternal, fraternal, amistoso, ...  Aquí estamos hablando del amor entre un hombre y una mujer que sienten la necesidad de un estar juntos en el tiempo y a través de los hijos, hasta prolongarse más allá de sus propias vidas terrenales.  Un amor que implica atracción, sentimiento, empatía, pero también compromiso, opción, voluntad; ya que el sólo componente afectivo y sentimental puede ser pasajero y caprichoso si no está orientado por - y fundamentado en - una opción clara.  Del sentimiento y empatía nace la opción que a su vez alimenta, dirige, profundiza y consolida este sentimiento.  De otra manera, la vulnerabilidad es máxima ya que en el amor siempre están involucradas dos personas.

 

                                   Por lo tanto, en la etapa del pololeo puede existir el amor; aún más, una relación sexual entre dos pololos también puede ser expresión del amor.  Pero, ¿de qué tipo de amor es expresión? ¿de un amor adolescente o de un amor adulto? ¿existen las condiciones psicológicas, espirituales, económicas, ... para que la entrega corporal signifique de verdad una entrega existencial?  Justamente, durante el pololeo una relación sexual es una relación pre-madura porque todavía no están dadas las condiciones.  Si de verdad existieran las condiciones, ¿por qué no asumir el compromiso del matrimonio?

 

                                   La tan citada prueba de amor durante el pololeo constituye simplemente una manipulación bastante ideológica porque realizar el acto sexual no prueba el amor ("si me quieres, acuéstate conmigo"), sino una condición biológica diferenciada entre el hombre y la mujer dentro de una contexto instintual.  Por el contrario, la verdadera prueba de amor consiste en no apurar la relación sexual para asegurarse de la presencia del amor y no simplemente de la atracción física; para salir de la sospecha de una mera y mutua satisfacción egoísta (el egoísmo entre dos donde la relación sexual no es más que una masturbación en pareja); es el paso del egocéntrico "me gustas" (sujeto: yo - por ende, relación centrada en uno mismo) al altruista "te quiero" (sujeto: tú - por tanto, relación de alteridad entre un yo y un tú).

 

                                   Por último, el respeto físico por el otro durante el pololeo es sumamente pedagógico porque forma en la auto-disciplina.  El "lo quiero, por ende lo tomo" corresponde a la etapa infantil de la omnipotencia que la realidad va corrigiendo paulatinamente y también refleja una mentalidad consumista mercantil que lo reduce todo a la categoría de la adquisición.  La convivencia exige la capacidad de auto-dominio ya que de otra manera no existe ningún "yo" para relacionarse con los otros "tú".  El egocéntrico se relaciona consigo mismo, donde los demás se utilizan en función de uno; sólo el altruista es capaz de relacionarse con otros porque los respeta en su alteridad.  La ausencia de auto-disciplina impide la apertura hacia el otro porque mantiene al individuo en la etapa infantil (todo en función de uno); el respeto mutuo abre el camino hacia la adultez porque permite la convivencia y la solidaridad.

 

5.- ¿Hasta dónde?

 

                                   Resulta muy curioso observar la mentalidad legalista de aquellos jóvenes que, descartando la relación sexual, preguntan: ¿hasta dónde puede llegar el contacto físico en el pololeo?  Más sorprendente todavía es la costumbre actual de hacer de todo en pareja, o mejor dicho, frente a la pareja, con tal de no haber una penetración física para cumplir con las normas de la moral cristiana.  ¡Es el afán secular de cumplimiento con la letra, olvidándose de la fidelidad al espíritu que da sentido a la letra!

 

                                   No obstante, tratando de ofrecer alguna respuesta a esta inquietud, hay que afirmar, en primer lugar, que la dificultad de una respuesta clara y exacta reside en los distintos factores psicológicos entre individuo y otro (temperamento, estados de ánimo, etc.) como también la variable cultural que otorga un distinto significado a algunos gestos secundarios relacionados con la sexualidad.

 

                                   Además, tampoco se trata de hacer una geografía anatómica detallando aquellas partes que se podrían denominar como éticamente lícitas y otras ilícitas.  Este mapa ético no tiene mucho sentido porque colocaría a los sujetos en una actitud mecánica del dónde sí y dónde no; aún más, se corre el peligro de reducir el estar juntos de los pololos en una obsesión corporal del hasta dónde, perdiendo la razón de ser más profunda del pololeo mismo.  No obstante, es del todo evidente que existen partes del cuerpo que son más eróticas que otras, y, por ende, responden más al juego erótico previo a la relación sexual.  Por tanto, el significado de estos gestos recobran su pleno sentido dentro del contexto de una relación sexual; fuera de este contexto son poco comprensibles salvo en un contexto represivo.

 

                                   El mismo sentido del pololeo establece los límites del contacto físico ya que denota una situación que de por sí no entraña un compromiso definitivo.  Esta provisionalidad implica la necesidad de un mayor grado de pudor para defender la intimidad psicológica y espiritual de los implicados que en el futuro podrían tener otra pareja.  En otras palabras, actuar con una persona como si fuera la pareja definitiva cuando no lo es, plantea en el futuro problemas de relación con ella cuando se acaba el pololeo y se vuelve a nivel de amistad.  Otra vez, se está frente a la disyuntiva entre la mentira y la autenticidad para con la otra persona y para con uno mismo.

 

                                   Por último, la relación sexual dentro del pololeo descarta de por sí el horizonte de la fecundidad que, de alguna manera, es constitutiva de una relación amorosa.  El "quiero tener un hijo contigo" sella el amor adulto.  Por el contrario, una sistemática separación entre el sexo y la fecundidad por razones de pura conveniencia resulta dañina, porque si la vida no nace del amor entre un hombre y una mujer, entonces ¿cómo y en qué contexto va a aparecer?

 

                                   Fundamentalmente, la reflexión ética se preocupa por el asumir las consecuencias de los propios actos (autonomía), como también de los ajenos en cuanto repercuten en el bienestar de los demás (solidaridad).  En el tema de la sexualidad también es preciso pensar en las consecuencias de los propios actos y asumirlas de manera lúcida.  Las modas, lo que dicen los demás, son realidades efímeras; la honestidad con uno mismo y el respeto profundo por el otro dignifica y hace crecer, aunque no esté exento de incomprensiones y de sacrificios.

 

6.- La semántica cristiana

 

                                   Aménse como Yo les he amado[4] fue el gran testimonio de Jesús de Nazaret.  Además, "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos"[5]: el amor es servicio, tal como Jesús lo recalcó en el episodio del lavatorio de los pies durante la última cena.[6]  La reflexión de la ética cristiana intenta aplicar este mensaje, encarnado en la vida de Jesús el Cristo, en todas las dimensiones de la vida humana.

 

                                   A lo largo de los siglos, la Iglesia ha tomado en serio el discurso sobre el amor como distintivo de lo cristiano.  En este contexto, se pretende dignificar el gesto de la relación sexual entre un hombre y una mujer para que no sea un gesto efímero ni caprichoso sino una expresión auténtica de un amor total y definitivo.

 

                                   El peligro de la sociedad moderna es otorgar otro sentido a la relación sexual (desahogo instintual, estímulo-respuesta, relación sin ulterior compromiso, ...), o, también, ninguno (no diferenciarlo de otros gestos).  Habría que preguntarse sobre las consecuencias antropológicas de estos otros sentidos: ¿ayudan a la realización auténtica de la persona comprendida como un ser social, un ser relacional? o, más bien, ¿alimentan el narcicismo castrante e inmaduro?

 

                                   La propuesta cristiana es clara: una relación sexual entre un hombre y una mujer es la expresión física de una entrega total y definitiva.  Por lo tanto, en la etapa del pololeo, que se define por la provisionalidad, no se dan las condiciones correspondientes y, por ende, el gesto pierde su autenticidad de significado.

 

                                   Pues bien, ¿es la postura cristiana una opción idealista?  Evidente que lo es.  En nuestra sociedad, marcada por el pragmatismo, hacen falta los grandes ideales que provocan historia en la búsqueda de una sociedad siempre más justa y más humana para todos.  La única crítica inquietante sería su irrelevancia.  Pero, ¿puede ser irrelevante cuando surge de la misma antropología y la comprensión psicológica de la persona?  De todas maneras, ¿es posible en una sociedad altamente expuesta a lo erótico?  De hecho, es la opción de vida de numerosos jóvenes.  Ciertamente no como vivencia reprimida, sino como una opción madura que sabe dar la debida importancia a la jerarquía de los gestos en un proceso ascendente; como señal de respeto profundo por el otro y coherencia con uno mismo; porque se cree en el amor como un compromiso y no como una palabra vacía de todo sentido o como excusa para encubrir el propio egoísmo.

 

                                   No se trata de mitificar ni de sobre-dimensionar la relación sexual sino de otorgarle un sentido y un significado vinculante entre un hombre y una mujer en el contexto de una necesaria y sana diferenciación gestual jerarquizada, porque no todo gesto tiene el mismo significado ni conlleva el mismo compromiso.

 

                                   Por consiguiente, la propuesta cristiana no sólo es posible sino también necesaria en y para la sociedad, justamente para devolver al sexo su dignidad y su pleno significado humano, ya que los gestos humanos vacíos de sentido y de contenido terminan empobreciendo, deformando y deshumanizando a las personas y, por ende, a la sociedad.

 

                                   La fragilidad humana es un hecho; pero esta constatación no puede fundamentar un ideal o, menos todavía, fundamentarse en lo ideal.  Se requiere mucha comprensión frente a la debilidad humana; pero la meta es crecer y no sucumbir frente a ella, por razones de un auténtico respeto por la dignidad de lo humano.[7]

 



[1]  Sobre este tema se puede consultar: F. Boeckle, M. Vidal, J. Koehne, Sexualidad prematrimonial, (Salamanca: Sígueme, 1974; A. Hortelano, Problemas actuales de moral, (Salamanca: Sígueme, 1980), pp. 583 - 592; E. López Azpitarte, Etica de la sexualidad y del matrimonio, (Madrid: Ediciones Paulinas, 1992), pp. 255 - 295; T. Mifsud s.j., Moral de Discernimiento, Tomo III: Reivindicación ética de la sexualidad, (Santiago: San Pablo, 1994, cuarta edición), pp. 320 - 329; C.J. Snoeck, "Matrimonio e institucionalización de las relaciones sexuales", en Concilium 55 (1970) pp. 271 - 282; M. Vidal, Moral de Actitudes, (II-2ª), (Madrid: P.S., 1991, octava edición), pp. 413 - 440; M. Vidal, Diccionario de ética teológica, (Estella: Verbo Divino, 1991), pp. 480 - 482.

[2]  Es preciso no confundir lo determinado, en cuanto realidad sin posibilidad ni alternativa, con lo condicionado, en cuanto realidad que no está abierta a toda posible posibilidad.

[3]  Ver el interesante libro del psiconalista y profesor de psicología clínica, Tony Anatrella, El sexo olvidado, (Santander: Sal Terrae, 1994), 310 pp.

[4]  Ver Jn 15, 12.

[5]  Jn 15, 13.

[6]  "Ustedes me llaman el Maestro y el Señor, y dicen bien, porque lo soy.  Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros.  Les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes" (Jn 13, 13 - 15).

[7]  Juan Pablo II escribe en la encíclica Veritatis Splendor (1993): "En este contexto se abre el justo espacio a la misericordia de Dios para el pecado del hombre que se convierte, y a la comprensión por la debilidad humana.  Esta comprensión jamás significa comprometer y falsificar la medida del bien y del mal para adaptarla a las circunstancias.  Mientras es humano que el hombre, habiendo pecado, reconozca su debilidad y pida misericordia por las propias culpas, en cambio es inaceptable la actitud de quien hace de su propia debilidad el criterio de la verdad sobre el bien, de manera que se puede sentir justificado por sí mismo, incluso sin necesidad de recurrir a Dios y a su misericordia.  Semejante actitud corrompe la moralidad de la sociedad entera (...)" (Nº 104).






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martes, enero 19, 2010

Medio ambiente de Haití necesita ayuda a largo plazo: expertos

Medio ambiente de Haití necesita ayuda a largo plazo: expertos

martes 19 de enero, 3:00 PM

Por Alister Doyle

 

OSLO (Reuters) - Los esfuerzos a largo plazo para ayudar a Haití a recuperarse del terremoto tendrán que revertir el daño medioambiental del país, como por ejemplo la casi total deforestación que amenaza a los suministros de alimentos y agua en la nación caribeña, dijeron expertos.

Ahora el enfoque es la ayuda de emergencia: funcionarios haitianos estiman que entre 100.000 y 200.000 personas murieron a causa del terremoto del 12 de enero. Pero el presidente René Preval instó a los donantes el lunes a no olvidar las necesidades a largo plazo del país.

Expertos dicen que la deforestación en Haití, que se remonta a la dictadura de los Duvalier y que ha dejado menos de un 2 por ciento de bosques, contribuye a la erosión que mina la producción de alimentos de la nación más pobre de Occidente.

"Necesitamos trabajar (...) para crear mecanismos que refuercen un mejor uso de los recursos naturales", dijo Asif Zaidi, administrador operacional de la rama de manejo de desastres y postconflicto del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Antes del movimiento telúrico, PNUMA había decidido iniciar un proyecto de dos años a partir del 2010 para reforzar el medio ambiente haitiano, desde los bosques hasta los arrecifes de corales, dijo el portavoz Nick Nuttall.

MEDIDAS DE AYUDA

Entre las medidas que podrían ser rápidamente adoptadas por los donantes podría estar el proporcionar propano para fomentar un cambio en las cocinas que funcionan en base a carbón.

Eso podría ser apoyado a largo plazo por la reforestación e inversiones en energías renovables como las energías solar o eólica, indicó Zaidi.

"Si uno tiene bosques, las fuertes lluvias no erosionan la tierra. No provocan rápidas inundaciones", comentó.

Además, los huracanes son más perjudiciales en Haití que en la vecina República Dominicana, principalmente debido a que Haití carece de bosques.

Otro gran problema es que Haití no ha logrado desarrollar un fuerte Gobierno, con legislaciones y derechos sobre la tierra claros, después de las dictaduras de Francois "Papa Doc" Duvalier y su hijo Jean-Claude "Baby Doc" entre 1957 y 1986.

A pesar de que muchos países han buscado por mucho tiempo ayudar a Haití, un proyecto para plantar árboles a nivel mundial ha sido eludido en Haití.

Una campaña de la ONU registra 7.800 millones de árboles plantados: más de uno por cada persona en el planeta. Pero sus listas registran sólo 140.000 en Haití, país que tiene una población de 10 millones de habitantes.

(Editado en español por Juan José Lagorio)
 


 



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lunes, enero 18, 2010

Homenaje póstumo

Homenaje póstumo

 
Daniel Mansuy
Master en Filosofía y Ciencia Política
http://cuadernosdelaquincena.blogspot.com

Lo grave no es tanto perder sino cómo perder. La frase pertenece a Jorge Navarrete, una de las pocas cabezas lúcidas que fueron quedando en la Concertación luego de una campaña que por momentos más parecía guerrilla, interna y externa. Si lo entendí bien, Navarrete buscaba introducir algo de racionalidad en una coalición que hace mucho tiempo perdió su norte. Se trataba, en suma, de no considerar la derrota como una tragedia cósmica, y de asumirla —si era el caso— con dignidad y orgullo por lo realizado.

Sus deseos, lamentablemente, estuvieron lejos de cumplirse: la Concertación mostró su peor cara en las últimas semanas. Podría realizarse una interesante comparación entre las actitudes oficialistas de 1988 y 2009, pues hubo varios rasgos comunes. Un discurso cerrado sobre sí mismo, intendentes involucrados a fondo en la campaña, funcionarios públicos invitados a colaborar "voluntariamente", una constante apelación a la "obra concertacionista" y, sobre todo, una triste campaña del terror que alcanzó a ratos niveles delirantes. La Concertación no entendió nunca que, para ganar en el año 2010, la mera apelación al pasado no bastaba. Eso pudo haber funcionado en algún momento pero no puede durar toda la vida. Si antes algunos intentaron convencernos, sin éxito, que los comunistas comían guaguas, ahora otros intentaron convencernos que la derecha implicaba algo así como el fin del mundo, y tampoco lo lograron.

Todo esto no pasaría quizás del dato anecdótico si no fuera porque la actitud revela un síntoma preocupante de escaso compromiso democrático. La democracia consiste en que a veces gobiernan unos y otras veces otros, y tal cosa debe ser aceptada con naturalidad. Un poco por lo mismo, es muy cierto lo que se ha dicho: el triunfo de Sebastián Piñera viene a cerrar nuestra larga transición. Así como el actual régimen francés sólo pudo afianzarse definitivamente cuando la izquierda alcanzó el poder en 1981, así también la democracia chilena obtiene su madurez cuando queda claro que todos pueden gobernar.

Es muy fácil decir hoy que Patricio Aylwin debió haber sido más rudo en 1990, o que Frei debió haber sido más intransigente en su primer y único mandato, pero lo único que demuestran quienes realizan ese tipo de afirmaciones es que han leído mucha poesía y muy poco de política. Toda transición es, por definición, una transacción, y toda política es una negociación donde cada uno debe estar dispuesto a poner de su parte.

No obstante, la cuestión es preocupante también por otros motivos. Uno de ellos es que fue tanta la obsesión de la Concertación por aferrarse al poder, fue tal su desesperación, que hasta sus cosas buenas terminaron en la penumbra. Hace algunos años, se puso de moda criticar a la Concertación por entreguista y por blanda. Quizás la mejor ilustración de esa crítica es ese documental de moral dudosa que realizara hace algunos años Marco Enríquez, "Los héroes están fatigados": en él se plasmaba esa actitud de repudio al modo en que la Concertación decidió administrar el poder. No seré yo quien niegue los gravísimos errores cometidos —mencionemos solamente la captura del aparato público como botín de guerra y la opaca relación con el sector privado—, pero la cuestión es que esa crítica le impidió a ellos mismos apreciar y valorar lo que habían construido. Porque no hay que ser concertacionista para reconocer que, si Chile es hoy un país relativamente estable y próspero, lo es en buena medida gracias a que se supo administrar una situación muy compleja de nuestra historia con la sabiduría necesaria. Es muy fácil decir hoy que Patricio Aylwin debió haber sido más rudo en 1990, o que Frei debió haber sido más intransigente en su primer y único mandato, pero lo único que demuestran quienes realizan ese tipo de afirmaciones es que han leído mucha poesía y muy poco de política. Toda transición es, por definición, una transacción, y toda política es una negociación donde cada uno debe estar dispuesto a poner de su parte.

La Concertación, en el fondo, se construyó desde sus más remotos inicios desde esa lógica, con las grandezas y miserias que conlleva. Pero la paradoja es que ella misma no se reconoció con lo hecho, no se sintió satisfecha y —digámoslo— se avergonzó bastante de mirarse al espejo. No le gustaba el Chile que ella misma había construido, no conectaba. Y así es muy difícil salir a convencer, es muy difícil elaborar un discurso persuasivo: así es muy difícil ganar.

Es obvio en todo caso que esa manera de hacer las cosas había cumplido su ciclo, y el gran mérito de Marco Enríquez es haber iluminado ese agotamiento que las cúpulas no podían o no querían ver. Pero su actitud también conllevaba el riesgo de la ingratitud, de la ceguera y de la crítica vacía de todo lo que la Concertación había hecho —y allí residió uno de los errores estratégicos del diputado. Es obvio que la Concertación fue de más a menos, pero —después de todo— eso es lo normal en toda coalición gobernante. Sin embargo, la crítica autoflagelante tal y como la practicaron algunos dejó ver algo más profundo: la negación de la política misma, la negación de que hay que estar dispuestos a ceder, y que no hay otra manera de avanzar, al menos en democracia. El olvido de estas consideraciones que deberían ser evidentes los condujo directo a la derrota, y a esa campaña absurda de la que fuimos testigos en la que Frei no se cansó de inclinarse hacia su izquierda, cuando era tan evidente que el segmento decisivo de votos estaba hacia el centro: ni siquiera fue capaz de imitar el giro que realizó Lagos en diciembre de 1999. Así, Frei se negó a sí mismo y perdió de paso su credibilidad. Por de pronto, todo esto deja un gran signo de interrogación sobre el tipo de oposición que llevará adelante la Concertación.

En ese sentido si uno tuviera que quedarse con una figura de estos 20 años, yo elegiría sin duda la de Edgardo Boeninger. Más allá de las diferencias que cada uno pueda haber tenido con él, me parece que Boeninger encarnó esa forma de hacer política que le dio estabilidad a nuestro país: siempre dispuesto a alcanzar acuerdos pensando en el país, siempre con la cabeza fría y sin caer nunca en esa actitud tan infantil de considerar inaceptable cualquier salida que no sea la que me gusta. Comprendía que la política es el arte de lo posible, pero no lo comprendía de un modo cínico, pues era consciente que, aún así, hay que tratar que lo posible sea lo mejor posible. Por cierto, Boeninger también fue ejemplar porque mostró con su testimonio que las fronteras entre lo público y lo privado no pueden cruzarse como quien se cambia de calcetines: tenía una visión noble de la actividad política y de los deberes que ésta exige. En suma, encarnó lo mejor de la Concertación, y si ésta perdió la brújula fue en buena medida porque prefirió escuchar los cantos de sirena antes que a sus propios sabios. Y por eso, como temía Navarrete, no supo perder. Para la paradoja quedará el hecho que Boeninger haya fallecido justo el 2009, justo el último año de la Concertación y justo cuando la Concertación ya no se reconocía en él.

Será tarea de los historiadores analizar cuánto se avanzó y cuándo faltó hacer en estos últimos 20 años: el cadáver está aún demasiado tibio como para sacar conclusiones más definitivas. De cualquier modo, yo creo que será imposible no reconocer el mérito innegable de haber sacado adelante una transición complicada de modo pacífico. Es cierto que hoy nos cuesta valorarlo porque sentimos que la democracia es algo dado y evidente, pero nunca está de más recordar que la democracia chilena sufrió múltiples ataques en los últimos cincuenta años. Con todo, la Concertación queda con un desafío y una deuda. El desafío: reinventarse en los años que vienen, elaborar una propuesta atractiva y superar de una buena vez el discurso añejo, pues se acabó para siempre la superioridad moral. La deuda: el descalabro de la educación que, creo, debe ser la principal —casi diría única— tarea del próximo gobierno.
 



 



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Tres razones para una victoria (o derrota) histórica / Fernando Paulsen

Tres razones para una victoria (o derrota) histórica

Fernando Paulsen
Periodista. Panelista del programa Tolerancia Cero.

Ese fuego de ganas y expectación lo vi mucho más presente en la campaña de Piñera que en la de Frei. Pese a que este último hablaba de cambios, de ser un puente entre generaciones, de poner caras nuevas al mando, la verdad es que siempre la campaña de Frei en Primera Vuelta pareció, como diría Serrat cuando no hay utopía, "un ensayo para la muerte". Su asesor comunicacional de entonces, con todo desparpajo, y sin duda que con ojos desprovistos de ilusión y brillo de victoria, señaló en el Podscast Mediápolis que la campaña de Frei no giraba en torno a sueños.

Por mi parte, si interesa, perdí en primera y en segunda vueltas. Pero, qué diablos, soy hincha de la UC desde que nací. De alguna forma he sido educado para sufrir hasta el final, y ver como uno mejor, enel último partido, levantó la copa que tanto queríamos.

Ese fue el apagón de entusiasmo que se vio en Primera Vuelta, y que, al contrario, se desataba de expectativas en la campaña de Sebastián Piñera. Por lo que planteo que Frei inició su camino de derrota,  cuando no fue capaz su comando de vincularse a las emociones vitales de las personas, que criticaban algunas prácticas de la Concertación, pero necesitaban escuchar, ver y, sobre todo, creer que la alegría de vivir mejor se desbordaba por los poros del candidato y su comando.

Fue al contrario: parecía una patrulla de burócratas de la política, haciendo lo que había que hacer, para mantenerse en La Moneda por cuatro años más. La batalla de la épica y el entusiasmo se perdió fuerte en esa Primera Vuelta.

Momento de liderazgo

En segundo lugar está el problema del liderazgo. He planteado en otros foros que Eduardo Frei tuvo en esta elección la primera realmente competitiva de toda su carrera política. No tenía experiencia Frei de lo que era sentir que podía perder, de lo que significaba hablarle a la gente como si de ello dependiera su derrota o victoria, de recorrer el país sabiendo que la gente que va a los actos y marchas pueden parecer muchos, pero que las encuestas y la opinión de los dirigentes regionales decían que había más reticencia que otras veces.

Ser un líder no significa actuar según la autoridad que se le confiere. Eso es, simplemente ejercer la autoridad, como lo hace un carabinero cuando te saca un parte, como lo hace un Presidente cuando nombra embajadores y ministros, como lo hace un capitán de fútbol cuando escoge lado antes del partido. Ser un verdadero líder implica tomar riesgos, y aun así no perder a la gente que lo sigue. Implica ir más allá del marco de autoridad que se le confirió y conseguir que la gente lo siga.

En esta variable, el liderazgo, Eduardo Frei estuvo muy mal, habiendo partido muy bien. Cuando a principios del año pasado, Frei inscribe temas en la agenda informativa de motu propio y alterando incluso las sensibilidades de su partido y aliados, se jugó el capital de liderazgo y le fue bien: se discutió como nunca antes sobre aborto, sobre reformas constitucionales, sobre reformas para mejor regular agentes económicos clave, en medio de una recesión mundial. Frei entonces decía que no hablaba para las encuestas, muy pocos lo imaginaban como candidato cuando Lagos e Insulza figuraban como prioritarios. Pero el que ponía los temas que se discutían era él.

Con la realización de las primarias en dos regiones y la bendición de su candidatura como oficial de la Concertación, todo cambió. Los asesores y expertos, en vez de seguir al líder en su camino de marzo del 2009, lo desviaron para que se mantuviera dentro del canal del establishment del oficialismo. Se dejaron de mencionar temas rupturistas, de hablar con quien lo solicitara, Frei empezó a consolidar su frase de campaña: "Ese no es mi problema", como el mantra de su respuesta a inquietudes periodísticas y para reaccionar a los dichos de sus rivales en competencia. En vez de apropiarse del control de su campaña y su comando cedió ante aventureros consejos de sobredimensionados expertos comunicacionales.

En el bando contrario, el de Piñera, pasó exactamente lo contrario. El candidato partió tibio, con su repetición de frases ancla, machacadas hasta el hastío en cuanto escenario pudiera. Tenía un comando variopinto, con voceros múltiples para mostrar una escenografía diversa. Sin embargo, promediando el año Sebastián Piñera cambió de estrategia y se convirtió en líder de su sector, en el sentido explicado más arriba. Introdujo una tras otra variables que desacomodaban a sus aliados tradicionales, pero a una tasa de molestia que pudieran resistir, y movió el eje de su rango de acción hacia el centro.

Su rechazo a figuras del pinochetismo en su gobierno; su decisión de remarcar la legitimidad de las parejas homosexuales; incluso sus palabras despreciativas hacia la banca fueron lo suficientemente rupturistas como para capturar la atención de independientes molestos con la Concertación, pero no fueron tan rupturistas como para alienar a la  UDI. Y lo siguieron.

La fuerza de la queja interna

No importaron todas las campañas que se hicieron. Las de Marco, las del gobierno, las de Piñera y las de Frei por lograr que los jóvenes se inscribieran en masa en los registros electorales, la tasa de renovación del padrón electoral fue mínima. Lo que lleva a plantear la observación, dura, de la fuerza propia en modo de crítica y frustración. El padrón electoral que llevó a que Sebastián Piñera ganara ayer las elecciones, es prácticamente el mismo de hace 20 años.

No fueron millones de nuevos electores los que, con otros ojos y otras ansias, botaron el andamiaje electoralmente imbatible de la Concertación. Sino que fueron básicamente los que por 20 años apoyaron mayoritariamente a la coalición de gobierno, quienes gradualmente en las últimas dos elecciones, y con un ímpetu notable en ésta, le dieron sus votos a la oposición. No hay nuevos votantes de centroderecha que apoyaron a Piñera. Hay viejos votantes de la Concertación que, en esta ocasión, apoyaron primero a Marco Enríquez-Ominami y después a Piñera en segunda vuelta.

Los expertos estadísticos electorales dicen que se trata de profesionales más bien jóvenes de entre 25 a 45 años de edad. Es decir un segmento que creció, se educó y se hizo adulto bajo gobiernos y políticas públicas de la Concertación. Su creación y orgullo.

Librepensadores, abiertos, con ganas de desarrollarse en áreas muy diversas, que apoyaron el discurso y las ideas de ME-O, que se hartaron con las primarias bi regionales que ungieron a Frei, con las mismas caras de los presidentes de partido, con la idea que 20 años habían achanchado al funcionario público que llegó desde la oposición heroica a la dictadura de Pinochet a los ministerios y jefaturas de servicio.

Quienes recibieron el impacto del Transantiago como una negligencia técnica inaceptable, como una insolencia contra su propia gente y quienes estaban deseosos de volver a tener los ojos con chispazos de utopía.

La Concertación construyó una edificación extraordinaria de instituciones sólidas de gente de bien, dedicada a la función pública.  Supo amortiguar su indignación por 17 años de abuso y humillación, atemperaron sus peticiones para consolidar las bases de una democracia que por casi una década se vio a veces frágil y tambaleante, ante la presencia de los viejos odios enquistados entre los productos de la Constitución de 1980 y el sistema binominal. Además no dejó jamás de crecer económicamente, de aumentar los espacios de libertad y transparencia, aunque fuera a costo de ser sus propios dislates y actos de corrupción los que gatillaran la nueva legislación de probidad.

Esa creación notable no fue capaz de detectar el letargo y ensimismamiento que se hacía presa de sus organizaciones políticas. Y los mismos que apoyaron una y otra vez los modos y vías de la Concertación, enfrentados a un trance de repetirse el plato, ya no los ministros, sino los candidatos presidenciales, dijo no en una proporción lo suficientemente grande como para desequilibrar las cosas en favor de este empresario de origen democratacristiano, que voto No y que, aunque rodeado de simpatizantes de la Dictadura, ofrecía gestión y caras nuevas a un país que había dejado de ver en cada elección el riesgo de cambiar modelo y estructuras de cuajo, pero que temía que la repetición de lo mismo por los mismos los haría viejos, sintiendo el dolor de las rodillas cansadas, cuando todavía tenían ganas de correr detrás de sueños.

Es cierto, que hay más razones para esta victoria de Piñera. Está Marco y lo que implicó. La crisis económica mundial y la popularidad de la Presidenta, que no chorreó a su candidato en las proporciones que se requería para ganar. Pero estas tres me parecen destacables porque tienen que ver con lo que las elecciones son y nunca debieran olvidarlo los que postulan a recibir la confianza de su gente: a las emociones y ganas del pueblo, a la fuerza de un mensaje y a un liderazgo que sepa arriesgar, cuando vale la pena incomodar a los suyos para avanzar.

Y también porque los incentivos de la política no se debieran basar en los recuerdos de lo que se hace o se hizo, sino en lo que falta, en los que se quedaron en el camino o fueron pospuestos. Y en todo aquello que hace falta hacer para que quienes recuerdan las promesas de año tras año, sientan que la llama está encendida y los ojitos brillan como el primer día de victoria.

Por mi parte, si interesa, perdí en primera y en segunda vueltas. Pero, qué diablos, soy hincha de la UC desde que nací.. De alguna forma he sido educado para sufrir hasta el final, y ver como uno mejor, en el último partido, levantó la copa que tanto queríamos.




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